CRÓNICA

Un debate de amor y odio

El debate sobre la propuesta soberanista de Cataluña recordó por momentos a una relación amorosa en la que unos y otros se empeñaron en demostrar quién es el que ama más a la comunidad gobernada por el ausente Mas.

No hay político que haya intervenido en el Congreso ayer, en el debate sobre la consulta soberanista catalana, que no haya apelado a los sentimientos y a la razón; otra cosa es cuáles son los sentimientos válidos y quién es el dueño de esa razón. Tampoco en eso se pusieron de acuerdo.

Fue, como era de esperar, una sucesión de argumentos, por un lado jurídicos, por otro políticos, para defender o rechazar el referendo. Pero también fue un concurso de afectos, un certamen de emociones. Una carrera por demostrar quién es el que más quiere a Cataluña.

El debate empezó con el respetuoso silencio propio de las grandes ocasiones, y el primer interviniente entre los defensores de la propuesta, Jordi Turrull, tuvo que notar tanta solemnidad. Se masticaba. Turrull fue acorde con el ambiente, solemne y serio y con un discurso centrado en la "amplísima mayoría" catalana que quiere la consulta. Pero después llegó Marta Rovira, de ERC, y elevó las emociones al centro de su discurso político.

Así que tras estrechar la mano de un sorprendido presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, Rovira subió a la tribuna para mandar un abrazo a los líderes de los partidos nacionales y a todos los presentes, y acto seguido se lanzó a reprochar a unos y otros que no dejan "soñar" a los catalanes.

No estuvo tampoco exento de sentimiento el discurso de Joan Herrera, de ICV, aunque en su caso eran sobre todo reproches, los lanzados al Gobierno del PP.

Y tras ellos, llegó Mariano Rajoy. Desde el primer momento admitió que éste no era un debate "sólo de leyes", sino también "de sentimientos", así que tras recordar sus ya conocidos argumentos legales se lanzó a las emociones.



sueños y realidades

Y al amor también recurrió Alfredo Pérez Rubalcaba. Tras esgrimir argumentos muy parecidos a los de Rajoy -"no cabe preguntar a unos cuantos por aquello que corresponde a todos", dijo-, el líder socialista insistió en que no se imagina mejor futuro que el de una Cataluña comprometida con España y una España que "entiende y quiere a Cataluña".

Ni Rajoy ni Rubalcaba convencieron a Josep Antoni Duran Lleida, que no ve por ninguna parte amores correspondidos. Los catalanes, dijo el portavoz de CiU, no entienden eso de que Rajoy les quiere. Y "cuando el amor no es entendido por la otra parte sirve para muy poco", le espetó al presidente del Gobierno.

Si hay algo que coincidieron en repetir Rajoy, Rubalcaba y Duran Lleida es la necesidad de diálogo; pero claro, tampoco coinciden en las condiciones para llevarlo a cabo. Esto parece un amor imposible.

Se jactó la líder de UPyD, Rosa Díez, de tanta sensiblería, y se dirigió especialmente a Marta Rovira para advertir de que la política y la democracia no están para comprender ni interpretar los sueños, sino para amparar los derechos de los ciudadanos.

Así que ni con las emociones, ni con las razones, ni con las leyes, ni con el sentimiento: el debate en el Congreso no parece que haya cambiado ninguna de las posiciones con las que cada uno llegó a la Carrera de San Jerónimo.

A decir verdad, nadie lo esperaba. Seguimos con el desamor.

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