CRÓNICA

El líder de la concordia

El rey Don Juan Carlos camina con un ya enfermo Suárez en 2008
photo_camera El rey Don Juan Carlos camina con un ya enfermo Suárez en 2008

Un hombre carismático, lleno de empatía y con un encanto especial. Así lo recuerdan los que conocieron a Adolfo Suárez, uno de los padres de la democracia española y un referente del cambio vivido en España a finales de los 70.

Adolfo Suárez González, el presidente de la concordia, cuyo estado de salud empeoró en las últimas horas, fue capaz de proyectar su ambición personal y transformarla en la de todos los españoles para romper las ataduras del franquismo y abrir las puertas a la democracia .

"He sido un buen servidor del Estado y de los españoles", declaró en 1995 al ser preguntado por su labor al frente del Gobierno, en un programa de televisión en el que elogió la figura del rey que le dio la oportunidad de ser lo que más le gustaba y en el momento más complicado. "Le quiero mucho", reconoció entonces Suárez, porque al decidir nombrarle presidente del Gobierno, el rey se jugó "casi el reinado" y porque le mostró su apoyo cuando "estar a mi lado era casi un acto de heroísmo".

Al igual que don Juan Carlos, Suárez poseía simpatía, don de gentes y, sobre todo, empatía. Tres cualidades clave para dirigir el cambio político de la dictadura a una democracia joven que, en esos años, no supo valorar su figura.

Ambicioso, joven e inexperto, Suárez recibió entonces las críticas de todos, los provenientes del franquismo y los que, tras él, protagonizaron también la Transición, a quienes tuvo que demostrar que apostaba igual que ellos por la democracia. Y lo hizo gracias a que Suárez poseía encanto personal, poder de seducción.

"Puedo prometer y prometo", fue la fórmula con la que se ganó la confianza de los españoles, esperanzados en superar un episodio negro de su historia.

Retirado de la política en 1991, dedicó sus últimos años a su familia y lo justificó así: "Yo ya he hecho mi trabajo y ahora tengo deudas que cumplir con ella".

Sin embargo, a raíz de la muerte de su esposa, Amparo Illana, Adolfo Suárez sufrió una cruel enfermedad que dejó sin recuerdos y en compensación, le ahorró el dolor de asistir a la muerte de su hija mayor, Marian.

Perteneciente a la clase política franquista, asumió los deseos de cambio del pueblo español cuando, el 3 de julio de 1976, fue nombrado presidente del Gobierno. Durante su primer mandato, de 1977 a las elecciones del 1 de marzo de 1979, se consensuó y elaboró el texto de la Constitución que fue refrendado por los españoles el 6 de diciembre de 1978. Comenzó entonces, ya como primer presidente constitucional de España, la etapa más difícil de su Gobierno, asediado por el terrorismo, la inflación y el creciente desempleo, una descentralización del poder del Estado que dio lugar a las autonomías y con una crisis ideológica en el seno de su propio partido.

Las duras críticas a su gestión, la crisis interna de UCD y la falta de apoyos sociales llevaron a Suárez a dimitir el 29 de enero de 1981.

Fundador de dos partidos políticos, la UCD y el CDS, Suárez fue también el principal causante de su desaparición pues, en palabras de Leopoldo Calvo Sotelo, era "el clavillo del abanico" y, al abandonarlo, desbarató todas sus varillas.

Diseñó el espacio político del centro, que desde la disolución de UCD se disputaron los dos grandes partidos del país, PSOE y PP, pero pasó a la historia por ser el principal artífice de la Transición, un protagonismo que nunca quiso asumir.

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