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Galicia y su tímido atractivo exterior

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photo_camera Gráfico del número de turistas registrados por cada mil habitantes.

La contribución gallega al conjunto del país, cifrada en el 4,9%, resulta, con todo, inferior a lo que cabría esperar del peso económico regional

Galicia es una de las Comunidades que más contribuyó, durante el siglo XX, a la presencia de España en el mundo: baste el tópico extendido por buena parte de Suramérica, donde por gallego se entiende lo español, para constatarlo. Pero también en el presente, como se desprende del Informe Elcano de Presencia Global 2015 del Real Instituto Elcano, publicado hace poco más de un mes. Este estudio, de carácter anual, sitúa la proyección exterior de España y su participación en el proceso de globalización en el undécimo lugar  de un listado compuesto por 80 países. La contribución gallega al conjunto del país, cifrada en el 4,9%, resulta, con todo, inferior a lo que cabría esperar del peso económico regional en el agregado nacional (5,4%) y, sobre todo, de su dimensión demográfica (5,9%).


Sin la ambición del Índice Elcano, que valora tres grandes áreas de análisis, incluida la militar, y hasta 16 indicadores, en lo que sigue realizaremos una pequeña aproximación al atractivo que Galicia despierta en el exterior, circunscrita a las tres dimensiones en cuya libertad de movimientos se localiza el germen de la integración económica europea: personas, capitales y mercancías.

PERSONAS
En lo relativo a las personas, son pocas las que llegan a Galicia con el ánimo de fijar en la Comunidad su residencia: 215.249 habitantes de nacionalidad distinta a la española a mediados de 2014, el 7,9% de la población y el 3,4% del total de extranjeros radicados en España. Por lo que respecta a quien la visita con finalidad turística, paisaje, cultura, gastronomía, patrimonio arquitectónico e inmaterial y una tradición contrastada de acogida y generosidad sirven -así lo demuestran las sucesivas Encuestas de hábitos turísticos, del Instituto de Estudios Turísticos- para apuntalar, ex post, el grado de satisfacción. Pero no para situarla, ex ante, como destino principal; condición que Galicia reúne para una de cada 62 personas que optan por visitar España. Esto explica que incluso en un año como el último, excepcional para la actividad turística, los gallegos hayan recibido sólo cuatro visitantes por cada diez residentes; 26 veces menos que Baleares y 14 menos que Canarias, destinos turísticos por excelencia. Pero también menos que en la España peninsular, donde se observa, en conjunto, correspondencia entre el número de visitantes y el de habitantes.

CAPITALES
En lo que concierne a los capitales transnacionales, la conclusión es inmediata: en términos  comparados, el sistema productivo gallego capta volúmenes pírricos de inversión ajena. Según el Registro de Inversiones Exteriores del Ministerio de Economía y Competitividad, sólo 3.035 millones de euros recalaron en la Comunidad entre 2000 y 2014; 1,2 de cada 100 euros de inversión extranjera directa productiva (flujo de inversión bruto no ETVE) en empresas españolas, cotizadas o no. Proporción que contrasta con las de Madrid (60,4%) o Cataluña (15,7%), donde radican buena parte de las sedes de multinacionales españolas. Pero también inferior a las de la Comunidad Valenciana (3,5%), País Vasco (2,9%), Andalucía (2,6%), Baleares (1,7%) o Asturias (1,4%).


Y lo hace, además, con un elevado grado de concentración, tanto en el origen geográfico de última instancia -Portugal (36,6%), Reino Unido (17,1%), Italia (9,2%) y Francia (9,1%) explican más del 70% del total del período- como en el destino sectorial -la fabricación de productos minerales no metálicos (32,1%), los servicios financieros (10,5%) y sus actividades auxiliares (12,4%), la fabricación de vehículos de motor (9,2%) y la construcción de edificios (4,9%) suman un porcentaje similar-. Con independencia de lo anterior, que corresponde a la síntesis de una serie plurianual, los datos avalan la inexistencia de un patrón definido y regular, Por lo que se presume un papel limitado en la estrategia de difusión tecnológica, de fomento de la productividad y de localización planificada de grandes corporaciones.

MERCANCÍAS
Así las cosas, sólo en las mercancías destinadas al comercio exterior encontramos parámetros significativos de proyección. La participación de Galicia en las exportaciones españolas es hoy, con el 7,4% (2014), un 50% superior a la observada en 1995 (4,9%). Gracias, en particular, al posicionamiento de Pontevedra, en el cuarto lugar de un ranking provincial liderado por Barcelona, Madrid y Valencia, si nos atenemos al agregado del período 2000-2014. Y, en general, a un ritmo de crecimiento sostenido y creciente durante la primera mitad del siglo XXI que alcanzó su cénit en 2007, cuando las ventas de empresas gallegas al exterior no nacional se auparon hasta el 9,0% de la exportación española. En el lado de las cautelas encontramos, fundamentalmente tres.

Primero, la erosión observada en los últimos ejercicios, ya sea por una contracción absoluta de las expediciones gallegas (2008-2009, 2012 y 2014), ya por la mayor pujanza exportadora española (2010-2011), Segundo, la concentración geográfica de los destinos (Francia y Portugal explican el 41,2% y la eurozona el 62,1%) y la escasa presencia en mercados emergentes. Y, tercero, una desproporcionada concentración sectorial y, por extensión, corporativa: por secciones y capítulos, los vehículos de motor representan, junto con las manufacturas textiles y de confección y los peces, crustáceos y moluscos, a la sazón Citroën, Inditex y Pescanova, más de la mitad del total.
En definitiva, las dimensiones comparadas no refrendan la medida económica y demográfica que Galicia ostenta en el contexto español. El limitado atractivo de la Comunidad en el exterior coincide, además, con un mercado interior pequeño, envejecido, débil en lo financiero y en franco retroceso; incierto para el desarrollo de actividades que requieren de un determinado tamaño para ser eficientes. Debilidad, ésta, que resulta -con las consabidas excepciones- recurrente a la hora de describir el sistema productivo gallego.

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