La red gallega que salvaba judíos

Patricia Martínez, en la presentación del libro. (Foto: BAFFYPRESS)
Patricia Martínez acaba de presentar un libro en el que explica cómo sus padres, Moncha y Lalo, crearon una red para ayudar a miles de judíos y otros perseguidos por los nazis a escapar a través de Galicia.
Eduardo Martínez Alonso tuvo que abandonar España en el año 1942 de forma precipitada huyendo del país bajo un aparente viaje de novios con su esposa Moncha, con la que se había casado días antes en Redondela. La Gestapo, la temible policía alemana, llevaba meses investigándole porque sospechaba que colaboraba con los ingleses para facilitar la huida de judíos, apátridas y enemigos de la Alemania nazi.

Su historia quedó olvidada durante décadas, ya que ni él ni su mujer comentaron a nadie su pasado. Ni siquiera su hija, Patricia Martínez, supo nada de las actividades de sus padres hasta pasados 40 años, cuando en una mudanza de su casa madrileña descubrió una pequeña agenda con anotaciones del aquel período de la Segunda Guerra Mundial. Tras un trabajo de muchos años de investigación llegó a descubrir las actividades de sus padres en la España de la postguerra, aunque nunca lo supo por boca de su padre, que murió una década antes de que ella comenzara a investigar.

En la década de los noventa convenció a su madre para que abriera ese rincón de la memoria y con él salió una historia que acaba de publicar en un libro que lleva por título “La clave Embassy”. Embassy era un selecto salón de té en el Paseo de la Castellana, lugar de encuentro de agentes y colaboradores secretos de los servicios de inteligencia británicos y regentado por Margarita Taylor, pieza clave en la historia porque ella acogía y cuidaba en este local y en su propia casa a muchos de los huidos, antes de salir de España definitivamente. El mismo Eduardo Martínez acogió a muchos refugiados en su piso de soltero de Madrid, y sobre todo en A Portela, la casa familiar de Pontevedra.

Eduardo Martínez era médico y ejercía su profesión en Madrid, aunque pasaba también algunas temporadas en Galicia donde vivía gran parte de su familia. Entre sus clientes se encontraba el personal de la embajada inglesa, que en aquellos años tenía como principal misión conseguir que los pilotos y otros miembros del Ejército que caían en territorio enemigo pudieran regresar a Gran Bretaña sanos y salvos. De esta amistad surgió un plan para ampliar la huida a los perseguidos por el nazismo, sobre todo los judíos, que fueron el colectivo más castigado durante la Guerra.

Escondidos en el maletero
Muchos de los que huyeron lo hicieron por Galicia utilizando como última escala en España A Portela, la casa familiar de Redondela, que disponía de un acceso directo al mar, lo que facilitaba enormemente la huida a través de las aguas del Atlántico. Miles de evadidos eran llevados a Galicia utilizando vehículos ingleses con matrícula diplomática lo que favorecía su libre tránsito por todo el país. En la finca de A Portela, los huidos pasaban uno o varios días hasta que se preparaba su salida. En ese tiempo se integraban en la familia de Lalo, que tampoco llegaron a saber nunca quiénes era ya que los presentaba como amigos ingleses.

En su salida de España también colaboraron marineros de esta localidad que prestaron sus barcos para llevarlos hasta Portugal, etapa previa antes de embarcar rumbo a Gran Bretaña. Estos marineros fueron los únicos que supieron que estaban contribuyendo a la huida de perseguidos por la Guerra, aunque nunca les importó jugarse la vida y poner sus embarcaciones a disposición de personas de las que ni siquiera llegaron a conocer sus nombres.

Las actividades de huida por Redondela acabaron abruptamente en 1942 con la huida del matrimonio gallego hacia Londres. La Gestapo iba a detener al médico porque había reunido ya las pruebas suficientes de su implicación en esta red de evasión. Sin embargo, avisado oportunamente por la inteligencia británica salió hacia Portugal en un aparente viaje de novios con su mujer para no regresar a España hasta 1946, donde llevó una vida normal hasta el final de sus días.

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