DANZA

El día que murió Isadora Duncan

Dibujo isadora
photo_camera Isadora Duncan, en la acrópolis, 1921.

Si su arte fue revolucionario, en contraposición a los patrones clásicos que mandaban, también lo fue su puesta en escena

Su vida fue una suerte de bacante, descarada e impúdica; no dejó ningún renglón recto para su mentada biografía. Isadora Duncan (San Francisco, 1877; Niza, 1927), como bailarina, se guió por patrones propios, interiorizados a partir de los movimientos de las olas del mar, decía, por ello su danza, a imagen y semejanza de las figuras danzantes presentes en el arte griego, y en contraposición al ritual de la danza clásica, supusieron un contravenido ejercicio de ruptura. Isadora fue una estudiosa de la literatura antigua, a través de los museos; allí se inspiró en la muerte y el dolor, dos de sus temáticas preferidas, como si en ellas se tratara de expresar también el propio devenir de su vida, y el vivir trágico que le acompañó hasta el último momento. 

Si su arte fue revolucionario, en contraposición a los patrones clásicos que mandaban, también lo fue su puesta en escena; ella, que odiaba el ballet, y su ejercicio de representación mecánica, deambulaba por el escenario como etérea, con unas túnicas vaporosas en las que se percibía su cuerpo, y la desnudez de sus piernas y sus pies descalzos; sin un ápice de maquillaje y con unos escenarios de apenas contenido, meros tejidos dispuestos de color azul. 

Si bien es innegable que su  vida disparada al servicio de la danza fue una constante, con proyectos ambiciosos como las escuelas de baile para niñas sin recursos, inspiradas en las duras circunstancias que guiaron su infancia, la más notable de todas ellas, la de Grünewal en Alemania, la de las denominadas Las Isadorables, también lo fue de la mano de sus amantes, hombres o mujeres. Madre de dos hijos, Deirdre (1906) del escenógrafo Gordon Craig, y Patrick (1910), del adinerado Paris Singer. Los dos niños, junto a la niñera, murieron ahogados en el Sena al precipitarse el coche que los transportaba; el chófer se había olvidado disponer del freno de mano cuando revisaba un problema mecánico. Se casó con un poeta ruso, Serguéi Esenín, 17 años más joven que ella, aficionado al alcohol y celoso, quien le siguíó durante un años sus pasos mientras giraba por Europa, de regreso a Rusia remató suicidándose. 

Isadora amó mucho, se relacionó con mujeres muy conocidas en su época, Mercedes de Acosta, Eleonora Duse o Lina Poletti. Su arte declinaba, sus problemas finacieros se incrementaban. Cada vez era más fácil verla ficcionar sus vida a caballo entre el alcohol y la fiesta perpétua. Fue un 14 de septiembre de 1927 cuando una vez má el sentir trágico se apodera de su vida, y para siempre. Otra vez un coche, un Amilcar, y un bello mecánico con quien se disponía a pasar una tarde en el escenario del amor. El descapotable, desde la muerte de sus hijos no utilizaba otros, circulaba presuroso con los amantes cuandon uno de aquellas chalinas que adornaban su cuello se entrelazo mortal contra la rueda. El final fue  por estrangulamiento. 

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