Un perro es torturado durante un mes en Lugo

¿Recuerdan la película Seven, del año 1.995, con Brad Pitt y Morgan Freeman, en la que ambos policías trataban de capturar a un psicópata cuyos crímenes estaban relacionados con los siete pecados capitales?.
En una de las escenas más impactantes los detectives entran en una habitación y se encuentran atada a la cama a una de las víctimas convertida en un cuerpo a medio descomponer, pero cuando se acercan, se dan cuenta horrorizados de que permanece todavía viva; a pesar de sus espantosas heridas y de que sus tejidos han entrado en un estado de putrefacción, el criminal se las había arreglado para que aquel “cadáver” continuase respirando y consciente para de ese modo, prolongar su agonía y su sufrimiento.

Doce años después, no he olvidado aquella secuencia y sin embargo, jamás hubiera pensado que tal tortura pudiese tener un réplica en la vida real. Hoy he de admitir que mi suposición era errónea y hoy también, he descubierto que la maldad y la perversión del hombre pueden ir todavía más allá de un límite no por espantoso, insuperable. En esta ocasión la víctima no ha sido una persona, sinó un perro, pero tampoco se trataba de la ficción, ha ocurrido en nuestro País, en Lugo y en ambos casos, película y realidad, ha sido un hombre el responsable de un acto para el que me confieso incapaz de encontrar un calificativo ajustado.

Una chica se encontró al perro arrastrándose por una calle lucense, avisó a la Policía y el can fue llevado a un Hospital Veterinario de la zona. Los doctores calcularon que la criatura podría llevar alrededor de un mes con las heridas y presentaba entre otros signos los siguientes: un collar de sangre producido por una cuerda a la que estuvo atado o con la que trataron de colgarlo, tenía heridas en el cuello causadas probablemente con un cuchillo para tratar de extraerle el microchip de identificación, su pene estaba colgando, se lo habían arrancado de raíz y padecía una infección generalizada y necrosis, estaba invadido por gusanos y desprendía un hedor insoportable debido a su estado. Tal era su gravedad que tuvo que ser sacrificado en el Hospital Veterinario después de aplicarle morfina para calmar su dolor.

Como en Seven, un hombre, ha sido capaz de mantener con vida durante semanas a otro ser vivo al tiempo que le infligía un continuo y atroz tormento físico; algún mal nacido ha tenido la sangre fría e insensibilidad necesarias para hacer sufrir de modo indecible a un perro día tras día, ha mostrado un encarnizamiento difícil de creer; un sujeto despreciable ha martirizado con padecimientos físicos dantescos a un perro a lo largo de un mes; ese individuo aberrante habrá contemplado su rostro, habrá visto su mirada de miedo y angustia, habrá escuchado sus lamentos, le habrá visto retorcerse por tan lenta agonía y se habrá manchado con su sangre, pero nada de eso le ha detenido y ha sido capaz de convertir a un animal sano en un hervidero de gusanos que iban devorando sus tejidos gangrenados aún todavía vivo y con capacidad para sentir el inimaginable dolor de que fuesen corroyendo interiormente su organismo.

Habrá quien diga que esta persona es un enfermo, un desequilibrado pero, al parecer, su trastorno no le impidió tener el raciocinio suficiente como para intentar extraer mediante un cuchillo el chip del pobre perro y así evitar ser identificado como su amo. No sé si habrá sido un cazador por más que el can fuese un perro de caza y de que a menudo nos lleguen noticias e imágenes que nos muestran las salvajadas que comenten en ocasiones estos señores que disfrutan matando animales con su rifle: perros ahorcados, tiroteados, ahogados y abandonados, son una práctica demasiado habitual entre los que se deleitan con la montería. En cualquier caso, un ser humano que acáso hoy habrá acudido como siempre a su trabajo, un hombre con familia, con amigos, con una vida aparentemente normal, es el responsable de que un perro haya experimentado el dolor y el miedo más allá de lo que podamos concebir.

Seven era una película, este cruce de grifón era un ser real y a partir de hoy, la imagen en mi mente de aquel muerto en vida atado a su cama, será sustituida por la de este perro atado a una cuerda, con su pene desraizado y su cuerpo repleto de gusanos y a merced de la crueldad de un hombre durante semanas.

Si por fortuna se llega a encontrar al miserable autor de esta atrocidad, me pregunto, ¿pagará con una simple multa el monstruoso daño que ha causado o recibirá un castigo acorde a su pavorosa acción?. No olvidemos que Juan Lado, el vecino de un Pueblo de A Coruña que mató a palos a su pastor alemán, cumplió con la Justicia únicamente pagando 6.000 euros. Hoy, su víctima, Ronnie, tiene un nuevo compañero, este macho todavía sin nombre torturado en Lugo. Ambos hallaron una muerte terrible a manos del hombre y es al hombre, al que le corresponde imponer una condena ajustada al responsable de tan inmunda crueldad y no una ridícula e inútil sanción económica.

Julio Ortega Fraile

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