OURENSE NO TEMPO

La Casa de Socorro de la Cruz Roja

img_0001
photo_camera Desfile de las tropas de Cruz Roja por el Paseo (estaba en construcción la esquina donde hoy está Cortefiel). Fotografías del Archivo de la Cruz Roja, facilitadas por Javier Torres Suárez

Siete años con el blog, y nunca nos había visitado la gente de la Cruz Roja. De hoy no pasa.
 

Fue el amigo Javier Torres quien, hace ya tiempo, me facilitó estas y otras fotografías procedentes del archivo de la Cruz Roja en Ourense. Y no fue hasta ahora que me vino a la cabeza el recuerdo preciso para hacer una entrada con ellas. Hubiera sido fácil hablar de las infinitas acciones en las que han intervenido de manera esforzada y altruista: catástrofes naturales, accidentes, tráfico, apoyo a eventos de todo tipo, culturales, deportivos etcétera. O de la relación que muchísimos ourensanos tenían con la organización: tengo muchos amigos que formaron parte de la banda de música de la Cruz Roja; corregidme si me equivoco, pero creo que era algo así como "Agrupación de cornetas y tambores de la Cruz Roja". Sin olvidar que en aquellos tiempos en los que se hacía “la mili”, los voluntarios de la Cruz Roja podían realizar el servicio militar a través de ese voluntariado (creo recordar).

Entre esas y otras muchísimas labores asistenciales y de interés social que desarrolla y desarrollaba la Cruz Roja, me vais a permitir que recuerde posiblemente la menos vistosa, y también probablemente la más incómoda para ellos, por la cantidad de horas de dedicación que requería. Me refiero al mantenimiento de los puestos de socorro, también conocidos como Casas de Socorro. (De aquellas, las actuales Urgencias eran una utopía.)

La que yo conocí estuvo durante muchísimo tiempo en los bajos de la trasera de la Diputación provincial, justo enfrente de la fuente del obispo. Por aquel portalón que aún hoy existe y que daba acceso al patio donde ensayaban los voluntarios con sus cornetas y tambores, pasé yo en incontables ocasiones (a la Casa de Socorro realmente se entraba por una puerta que estaba al lado, pero en mi caso, sería por la confianza que genera lo cotidiano, me pasaban directamente a una salita a la que se accedía por ese patio); al principio acompañado de mi madre o tía o abuela, que todas se turnaban en cuidar al “angelito”, para que el médico o auxiliar que atendía la Casa (dependía de la gravedad del caso), me echaran un vistazo; la rodilla chorreando sangre por la caída de la bicicleta, la extracción de cuerpos extraños por la rotura de un cristal, la inmovilización de un hombro por la caída del templete de música de la Alameda.

“Pecata minuta” comparado con el susto que el médico de la Casa de Socorro se llevó cuando lo llamaron para que se acercara a atenderme en mi casa y me separara de un grifo de la bañera que se había encariñado de mi cogote. (Otro día si estoy de humor os contaré detalles, o mejor que os lo cuente mi hermana, que ella sabe cómo hizo.)

Bueno, resumiendo: en don Gonzalo Courel, que aparece en la fotografía de hoy, quiero personalizar mi total y absoluto agradecimiento a la gente que se encargaba del puesto de la Cruz Roja. Aunque yo no lo reconocía, me cuentan que era amigo de la familia. Que yo no lo recordara, puede ser por el paso del tiempo o quizás ¿culpa del grifo? Muchísimas gracias.

A veces pienso si mis padres cuando decidieron vivir enfrente de la Diputación ya fue pensando en mí con idea de tener cerca a los profesionales de la Cruz Roja. Yo por si acaso disimularé.

Te puede interesar