Los alegatos previos al inicio del interrogatorio del procesado vislumbraron los principales argumentos de las acusaciones personadas en el juicio (ministerio fiscal y la acusación particular que ejercen los padres y la hermana de Montserrat).
El representante del ministerio público, Julián Pardinas, intentó neutralizar ya de partida el argumento principal de la defensa ('no todos somos iguales y no todos tenemos las mismas oportunidades'). Para ello insistió repetidamente en que 'la víctima fue Montse, quien fue abandonada como una alimaña; sus padres, su hermana y todos los vecinos de Viana, quienes durante nueve años padecieron la angustia de no saber quién la había matado'.
La acusación particular aprovechó su intervención para acentuar la 'angustia' y 'crueldad' vivida por la familia de la víctima durante los años de incertidumbre que precedieron a la confesión del inculpado (en abril del pasado año). 'Hasta tres o cuatro veces por semana me llamaban para preguntar si se sabía quién había sido'. Incluso relató cómo durante ese tiempo llegaron a enemistar con algunos vecinos que 'les fueron con cuentos'.
TESTIGOS
Los interrogatorios de los testigos, amigos, conocidos de Manuel Mouriño que esa noche fueron con él de cena y familiares de la joven fallecida, coincidieron en destacar el carácter de la víctima. 'Tímida', 'educada', 'calada', 'tranquila' ,'retraída' o 'muy buena'fueron algunos de los calificativos que la definieron.
Contrariamente a la imagen que traslució del inculpado -la de un chico con éxito entre las mujeres-, la de Montserrat se situó en las antípodas. Ni su hermana ni sus amigas eran sabedoras de sus relaciones con chicos (con Mouriño se había dado unos besos el año anterior a los hechos sin que hubiera trascendido en su círculo más íntimo). La única amiga que declaró ayer mostró su sorpresa ante el hecho de que la chica saludara al inculpado en un pub en la madrugada del 14 de abril de 2001.
El juicio se reanuda hoy a partir de las 9,30 horas en la sala de vistas de la Audiencia con la declaración de los guardias civiles que investigaron el crimen así como los peritos.
La acusación particular aprovechó su intervención para acentuar la 'angustia' y 'crueldad' vivida por la familia de la víctima durante los años de incertidumbre que precedieron a la confesión del inculpado (en abril del pasado año). 'Hasta tres o cuatro veces por semana me llamaban para preguntar si se sabía quién había sido'. Incluso relató cómo durante ese tiempo llegaron a enemistar con algunos vecinos que 'les fueron con cuentos'.
TESTIGOS
Los interrogatorios de los testigos, amigos, conocidos de Manuel Mouriño que esa noche fueron con él de cena y familiares de la joven fallecida, coincidieron en destacar el carácter de la víctima. 'Tímida', 'educada', 'calada', 'tranquila' ,'retraída' o 'muy buena'fueron algunos de los calificativos que la definieron.
Contrariamente a la imagen que traslució del inculpado -la de un chico con éxito entre las mujeres-, la de Montserrat se situó en las antípodas. Ni su hermana ni sus amigas eran sabedoras de sus relaciones con chicos (con Mouriño se había dado unos besos el año anterior a los hechos sin que hubiera trascendido en su círculo más íntimo). La única amiga que declaró ayer mostró su sorpresa ante el hecho de que la chica saludara al inculpado en un pub en la madrugada del 14 de abril de 2001.
El juicio se reanuda hoy a partir de las 9,30 horas en la sala de vistas de la Audiencia con la declaración de los guardias civiles que investigaron el crimen así como los peritos.
