Las entidades bancarias son las aliadas fundamentales del ahorro ourensano, que marca nuevos registros cada trimestre. Los últimos datos facilitados por el Banco de España, relativos a finales de septiembre del 2021, sitúan en 9.466 millones de euros guardados en las sucursales de la provincia, pese a ser cada vez menos. La cifra marca un nuevo récord y certifica que la escalada en el ahorro se mantiene pese a los problemas de crisis como la del covid.
En relación al último trimestre, las entidades mejoraron sus depósitos en 42 millones de euros, aunque el ritmo de crecimiento del ahorro se desaceleró el pasado ejercicio. El incremento es ininterrumpido durante los últimos años.
Si se toman como referencia las cifras de la última década, los ourensanos han pasado de los 7.267 millones de euros de media del 2011 a los 9.466 contabilizados al finalizar el tercer trimestre del 2021, es decir, 2.300 millones de euros más. El ahorro por habitante en la provincia es también significativo y en la actualidad se eleva a 30.833 euros.
La capacidad de ahorro de los ourensanos mejora en relación al resto de Galicia, hasta el punto de que es la única de las cuatro provincias que incrementa la cifra de depósitos de septiembre del pasado año en relación a junio, al pasar de 9.424 a 9.466 millones de euros, ganando 42 millones. El resto experimentaron el proceso contrario: en A Coruña pasaron de 33.136 a 32.662 millones (un descenso de 474); en Lugo, de 9.862 a 9.832 millones (una caída de 30) y en Pontevedra, de 22.059 millones a 21.889 (con una bajada de 170 millones).
Crédito
En cuanto al crédito, Ourense mejora su posición en relación al resto y también se convierte en la única que ha mejorado sus cifras entre junio y septiembre, pasando de 3.149 millones a 3.153, aunque es la que menos ventas a crédito realiza. En A Coruña, las cifras oscilaron entre los 24.669 de junio y los 24.440 de septiembre. En Lugo las cantidades pasaron de 4.056 a 4.034 y en Pontevedra, de 15.773 a 15.747. Pese a los datos positivos de la provincia, hay una inmovilización del dinero pese a la poca rentabilidad bancaria y escaso volumen de inversión crediticia.
