Así, lo arreglo yo

Que estamos en una crisis que dejará cicatrices en los libros de historia, nadie lo duda. Que todo el planeta recordará durante los próximos siglos las siglas COVID-19, tampoco. Y que las cicatrices serán más o menos profundas en distintos lugares del planeta es más que evidente. Pues bien, las que les van a tocar a los españoles van a ser de las más profundas, más sangrantes y, si nadie lo remedia, peor curadas de todo el orbe. Y no, no me refiero ya a las heridas, a las gravísimas heridas que se están produciendo en la economía, que también, sino a las que numerosos compatriotas van a llevar en su corazón los próximos años a consecuencia de las surrealistas experiencias que están viviendo durante esta crisis sanitaria. Son legión los españoles afectados por el coronavirus (o no, porque en realidad nunca lo sabrán, debido a la falta de test) que han sufrido la pésima gestión que el Gobierno español se ha empeñado en desarrollar. Son muchos los testimonios de personas con síntomas verdaderamente graves (fiebres altas, dolores intensos, cefaleas intensas, ahogos e incluso algún testimonio cercano que añade a los síntomas un sangrado anal…) que no han recibido la respuesta adecuada a su situación, y no precisamente porque el personal sanitario se haya lavado las manos (las metafóricas, claro), sino porque quien se las han lavado son los organizadores de los cambiantes, imposibles, incomprensibles e ineficientes protocolos de atención. Lo que sigue a continuación es un resumen de la experiencia, grave experiencia, de un buen amigo: Hola, querido (...) Mis síntomas diagnosticados fueron los que especifico a continuación: estado febril, con 39º; escalofríos; malestar corporal, pero no lo defino como malestar sino más bien como "dolor" corporal generalizado; cefaleas; dolor de pecho: al intentar llenar los pulmones de aire, me dolían como si tuviera un peso enorme encima del pecho y comenzaba una tos seca; mucosidad nasal y de garganta (…); tos seca y reiterativa; diarreas; pérdida de apetito y vómitos al comer algo (precedidos de náuseas): estuve 3 días sin probar bocado y perdí mucho peso; infección de orina; pérdida total del gusto y olfato; fatiga y cansancio con nada que hiciera; sangrados anales. Algunos de estos síntomas se mantuvieron constantes a lo largo de 14-16 días, y comenzaron el 14-15 de marzo. Los otros duraron una semana, más o menos, y empezaron a remitir poco a poco. Siempre estuve confinado en casa. Lo que les preocupaba a los sanitarios es: que tengas patologías previas: respiratorias, cardíacas o inmunológicas; que tenga más de 65 años (…); que sea diabético, trasplantado (o embarazada, si eres mujer), y lo más importante: si no tienes neumonía -o principios de neumonía- no te ingresan. Si no cumples con lo anterior: confinamiento en casa. Te dan antivirales, corticoides y antibióticos. Y, sobre todo, paracetamol cada 5 horas. Salí “de cuentas” el sábado, día 11 de abril. Nunca en mi vida me sentí tan mal. Nunca. Es mentira que sea como una gripe. En cualquier caso, serán 100 gripes a la vez. (…) Es absurdo preocupar a nadie, sin que antes me hayan hecho el test. Al fin y al cabo, nadie puede hacer nada en estos casos. Ni te permiten ir a urgencias ni al centro médico. Desde el día 17 de marzo, llamé cuatro veces a Urgencias, tres veces al centro de salud y dos a mi médica de cabecera. Cuando, finalmente, logré que me respondieran al teléfono no me permitieron acercarme a que me vieran. El domingo 22 de marzo ya no aguantaba más y me presenté en Urgencias a las doce y media de la noche. Me metieron en una sala, me desnudé y me examinaron. Me dieron las recetas para la medicación y, al salir, pasé por farmacia. Me dijeron que me seguirían por teléfono cada día... Al día siguiente nadie me llamó. Entonces, llamé al 900 de la Xunta pero, después de media hora de entrevista telefónica, no cumplía perfil para protocolo. Después me pasaron con un médico "voluntario" y repetí entrevista. El médico me dijo que por teléfono, poco podía hacer y que tenían que verme en persona. Realmente, todo fue un despropósito. Me examinaron a los 7 días de mis primeros síntomas en Urgencias (y porque me acerqué yo en mi coche, y aun por encima me echaron la bronca al verme)... (…) Sólo me facilitaron una mascarilla, y eso porque tenía fiebre. No tenían material sanitario ni para ellos mismos. Para mí, todo esto se está llevando tremendamente mal. Y no sabes la pena que me dieron los sanitarios. Ni a ellos les hacían las pruebas, aunque tuvieran síntomas. Ni ellos tenían EPI… Es una vergüenza. Pero este país pasa de todo. Deberíamos ser más beligerantes con la gestión que se está realizando. Deberíamos exigir responsabilidades. Se están perdiendo vidas humanas. (…) Cuando me llamaron, me dijeron que yo debería estar contento porque daban por hecho que ya lo había pasado y sólo me tocaba pasar la cuarentena de los 15 días en mi casa. Me incluyeron en el programa de los test rápidos en el hospital de Ourense. Me dijeron que ya me llamarían. Sigo esperando... (…) Yo pasé miedo por primera vez en mi vida. Mucho miedo. Eso fue lo peor. Bicos a todos. En conclusión, lo que les ha ocurrido a pacientes como él es que no han sido atendidos, han sido abandonados a su suerte sin paliativos, les han mandado para casa (en algunos casos hasta con cajas destempladas) con sus problemas físicos a cuestas y con la incertidumbre de no saber si estaban con un pie en la tumba o no. El sistema no les ha respondido… insisto: han sido abandonados, como lo fue un personal sanitario que ha sufrido en sus propias carnes el estrés por la falta de previsión y la propia enfermedad en un nivel no visto en ninguna parte del mundo. Ese sistema organizado por un Gobierno central claramente desbordado por la situación no ha estado a la altura. La comparación entre nuestro país (el de “la mejor sanidad del mundo”) y lo ocurrido en otros daría risa si no fuera para llorar. La dejadez ha sido la nota dominante por parte de las autoridades estatales que asumieron el “poder” con la declaración del estado de alerta -que les gustaría mantener in eternum- y no han “podido” resolver en tiempo y forma la pandemia ni dar la respuesta adecuada a una población asustada, confundida y con síntomas. Así, con este nivel de gestión, no hacían falta comités, comisiones ni Gobierno. Si algo nos ha salvado ha sido justamente la profesionalidad y entrega de la mayoría del personal sanitario. Así, lo arreglo yo. Así, lo arregla cualquiera.