Navidad 2020

El Belén de Baltar presta tres piezas al Museo Reina Sofía

Ramón Eiriz, que fue amigo de Arturo Baltar, restaura las figuras que maltrata la humedad en la capilla de San Cosme.
photo_camera Ramón Eiriz, que fue amigo de Arturo Baltar, restaura las figuras que maltrata la humedad en la capilla de San Cosme (MIGUEL ÁNGEL)
Vuelve el clásico de la Navidad ourensana, aunque el Concello no le honre con una inauguración

Es un clásico de la Navidad, aunque en realidad está ahí todo el año: el Belén de Baltar, un auténtico museo en la capilla de San Cosme y San Damián, aún tiene guardianes que velan por el legado más importante que dejó el escultor ourensano Arturo Baltar (Quintás da Barra, Coles-1924; Cachamuíña, Pereiro de Aguiar-2017). El artista empezó a moldear un Nacimiento tradicional en 1967 que, poco a poco, fue convirtiendo en una fotografía a gran tamaño y en barro de Auria, de sus personajes y de los oficios tradicionales. Un homenaje a sus amigos. "Que no fueron otros que los que estaban en la calle, prostitutas, mendigos... Esos eran sus amigos", recalca Rogelio Santos, funcionario de Cultura. Este año, a las cerca de 3.000 figuras que componen este pesebre, le faltan tres piezas: el Museo Reina Sofía de Madrid se interesó por ellas.

Una escena de cantores de panxolinas y dos cuadros: uno con Blanco Amor y otro con varios intelectuales más, entre los que se encuentra Antón Tovar. Son las figuras del Belén de Baltar que ya está en el Museo Reina Sofía. La vinculación viene por la relación que el escultor ourensano estableció con el director de cine granadino José Val del Omar. El andaluz le dedicó una pieza audiovisual a Baltar, "Acariño Galaico". Ahora, el artista Niño de Elche (Francisco Contreras) exhibe la exposición "Auto Sacramental Invisible: Una representación sonora a partir de Val del Omar" en el Reina Sofía. De ahí el préstamo de las piezas.

Ramón Eiriz, que fue amigo personal de Arturo Baltar y le ayudó en todos los montajes del belén, sigue encargándose de la restauración de las figuras de barro que sobreviven a la humedad en la capilla de San Cosme y San Damián. Trabaja en silencio, ni siquiera se considera restaurador, pero vela por la gran obra de su amigo. En el primer día de horario especial de Navidad, Eiriz sigue trabajando. "Hay varios castiñeiros que pierden policromía por la humedad y figuras que se tienen que limpiar",  cuenta. La pandemia deja entrar a tres personas como máximo. 

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