Ponerse frente a María Carreiro hace sospechar en seguida que se trata de una mujer de gran inteligencia y sagacidad y, pese a las apariencia de sobriedad, con sentido del humor.No hace ostentación, pero detrás de lo que dice siempre se intuye solvencia intelectual.
Su padre emigró a los 17 años de Vilachá (Boborás) a Panamá. Volvió para casarse con su madre y para que naciera María en Magros (Beariz), que era el pueblo materno. Poco después, cogieron la maleta y la niña y se fueron a México, como casi todos los vecinos. Cuando tenía seis años, la familia regresó y se estableció ya en el barrio de A Ponte y aunque el padre todavía volvería una temporada a Panamá, María ya no se movería.
Estudió en las Franciscanas hasta que fue a la Universidad. Uno de los recuerdos de aquella época que mantiene vívivo en la memoria es el camino de casa al colegio (Cardenal Quevedo) por el Puente Nuevo en los días de primavera, con los gruesos plátanos en el fondo de Curros Enríquez.
La arquitectura no fue una cosa vocacional ni un capricho personal. 'Me estimularon en casa, porque sacaba buenas notas y se me daba bien el dibujo'. Con ese bagaje se embarcó y no se arrepintió. 'Al contrario, me gustó mucho, aunque al principio me resultó complicado entender qué era en esencia la arquitectura y para qué servía de verdad'.
Al poco de estar en la Escuela de Arquitectura de A Coruña trabó dos relaciones muy sólidas que le han acompañado en las últimas tres décadas: la propia Escuela, y Cándido López, coruñés de ascendencia lucense, de quien se hizo novia entre el intercambio de apuntes y trascendentes debates de lo divino y lo humano. En la primera pasó en seguida de alumna a profesora y ahí sigue; con el segundo, acabó casándose y teniendo una hija, Iria, que pronto medirá como arquitecta con sus padres, aunque para ello ha preferido hacerse lejos del magisterio paterno.
María Carreiro y Cándido López caminaron a la par todos estos años. Recién licenciados se fueron a respirar aires y conocimientos nuevos a Milán. Luego, retorno a la Escuela como docentes y creación del estudio MCCL en A Coruña, aunque Pamplona y Vitoria se acercan a su canon de ciudad ideal. En el estudio han desarrollado una enriquecedora trayectoria profesional que se ha visto recompensada con proyectos premiados en Galicia y fuera de ella.
Pese a tanto tiempo en común, han tenido evoluciones profesionales paralelas y complementarias. Ella es profesora en el área de Proyectos Arquitectónicos. Su capacidad de análisis llega al fondo de las cosas. De la humilde escalear, que al común de los mortales nos sirve sólo para subir y bajar, a María Carreiro le dio para una tesis doctoral que tituló 'Siete escaleras, siete casas' y que mereció la máxima distinción del tribunal examinador. Mientras, desde el área de Urbanística y Ordenación del Territorio, Cándido tiró por 'El espacio deportivo a cubierto. Forma y lugar'.
Siente deuda con la docencia, pues le aporta 'claridad y me exige ordenar, que a su vez me ayudan a diseñar, aparte de darme la capacidad de preguntarme cosas y poder mirar con cierta distancia y espíritu crítico'.
Le apasiona su profesión. Cree que el arquitecto más determinante para el urbanismo moderno fue Le Corbusier, aunque 'las ideas de Aldo Rossi nos permitieron reconciliarnos con la ciudad tradicional'. En Galicia se descubre ante Juan Luis Galda, porque 'transmitía esa idea de ciudad más pensada para las personas, aparte de acercarnos a ella desde un punto de vista más humano. 'Fue una figura muy importante, pues los planes de urbanismo más interesantes realizados en Galicia durante muchos años llevaron su impronta'.
Con el grupo Maga, en el que están otras seis personas, entre ellas su marido, están elaborando 'un proyecto financiado por el Instituto de la Mujery titulado 'Las arquitectas en Galicia', en el que investigan 'sobre las primeras mujeres arquitectas, qué papel jugaron y cuál es su aportación a la arquitectura'. Aunque no estará rematado hasta octubre, con el material reunido ya aventura que cuando vez la luz 'será muy interesante'.
Estudió en las Franciscanas hasta que fue a la Universidad. Uno de los recuerdos de aquella época que mantiene vívivo en la memoria es el camino de casa al colegio (Cardenal Quevedo) por el Puente Nuevo en los días de primavera, con los gruesos plátanos en el fondo de Curros Enríquez.
La arquitectura no fue una cosa vocacional ni un capricho personal. 'Me estimularon en casa, porque sacaba buenas notas y se me daba bien el dibujo'. Con ese bagaje se embarcó y no se arrepintió. 'Al contrario, me gustó mucho, aunque al principio me resultó complicado entender qué era en esencia la arquitectura y para qué servía de verdad'.
Al poco de estar en la Escuela de Arquitectura de A Coruña trabó dos relaciones muy sólidas que le han acompañado en las últimas tres décadas: la propia Escuela, y Cándido López, coruñés de ascendencia lucense, de quien se hizo novia entre el intercambio de apuntes y trascendentes debates de lo divino y lo humano. En la primera pasó en seguida de alumna a profesora y ahí sigue; con el segundo, acabó casándose y teniendo una hija, Iria, que pronto medirá como arquitecta con sus padres, aunque para ello ha preferido hacerse lejos del magisterio paterno.
María Carreiro y Cándido López caminaron a la par todos estos años. Recién licenciados se fueron a respirar aires y conocimientos nuevos a Milán. Luego, retorno a la Escuela como docentes y creación del estudio MCCL en A Coruña, aunque Pamplona y Vitoria se acercan a su canon de ciudad ideal. En el estudio han desarrollado una enriquecedora trayectoria profesional que se ha visto recompensada con proyectos premiados en Galicia y fuera de ella.
Pese a tanto tiempo en común, han tenido evoluciones profesionales paralelas y complementarias. Ella es profesora en el área de Proyectos Arquitectónicos. Su capacidad de análisis llega al fondo de las cosas. De la humilde escalear, que al común de los mortales nos sirve sólo para subir y bajar, a María Carreiro le dio para una tesis doctoral que tituló 'Siete escaleras, siete casas' y que mereció la máxima distinción del tribunal examinador. Mientras, desde el área de Urbanística y Ordenación del Territorio, Cándido tiró por 'El espacio deportivo a cubierto. Forma y lugar'.
Siente deuda con la docencia, pues le aporta 'claridad y me exige ordenar, que a su vez me ayudan a diseñar, aparte de darme la capacidad de preguntarme cosas y poder mirar con cierta distancia y espíritu crítico'.
Le apasiona su profesión. Cree que el arquitecto más determinante para el urbanismo moderno fue Le Corbusier, aunque 'las ideas de Aldo Rossi nos permitieron reconciliarnos con la ciudad tradicional'. En Galicia se descubre ante Juan Luis Galda, porque 'transmitía esa idea de ciudad más pensada para las personas, aparte de acercarnos a ella desde un punto de vista más humano. 'Fue una figura muy importante, pues los planes de urbanismo más interesantes realizados en Galicia durante muchos años llevaron su impronta'.
Con el grupo Maga, en el que están otras seis personas, entre ellas su marido, están elaborando 'un proyecto financiado por el Instituto de la Mujery titulado 'Las arquitectas en Galicia', en el que investigan 'sobre las primeras mujeres arquitectas, qué papel jugaron y cuál es su aportación a la arquitectura'. Aunque no estará rematado hasta octubre, con el material reunido ya aventura que cuando vez la luz 'será muy interesante'.
