Su carrera profesional está en A Coruña y lo relativo a su vida personal, también, incluida la pasión musical. Sin embargo, no ha perdido un ápice de su querencia por Ourense, a donde viene en cuanto le dejan los compromisos.

A caballo de luxaciones y corcheas

Mar Santás, traumatóloga  y soprano de la Sinfónica de Galicia. (Foto: L.P.)
Tuvo claro que quería hacer medicina desde la más tierna infancia, circunstancia que da idea de su firmeza de carácter y resolución, que contradicen abiertamente las apariencias que pudieran derivarse de su figura grácil. Es más, tiene carácter y puede incluso ser vehemente en la defensa de sus tesis.
Siempre fue lo que se conoce como una alumna brillante, fruto de su capacidad, pero también de la convicción de que sólo el estudio y la formación podían ayudarle a saltar peldaños desde una familia con los medios económicos limitados.

Empezó en el colegio en Seixalbo, con doña Isabel, pero a los siete años fue a las franciscanas, donde permaneció hasta los catorce. De esa etapa no guarda especiales recuerdos y los que le quedan son prescindibles, pues tienen que ver con su desubicación en el ambiente que había en las monjas, debido a las diferencias sociales que le separaban de la mayoría de sus copañeras. 'El colegio era agradable, pero el entorno me hacía sentir acomplejada', recuerda, 'pese a que sacaba las mejores notas'.También le marcó tener un padre mayor para la época (42 años cuando ella nació). El bachillerato lo cursó en el instituto Otero Pedrayo, pues en ese nivel la tarifa por estudiar en las monjas era inasumible en casa.

En esa época ya tenía claro que quería ser médico 'y tener un coche como el del jefe de mi padre. Cumplió el primer deseo, pero no el segundo, pues cuando pudo comprarlo se le había pasado el interés por los coches lujosos y tenía otras prioridades.

Toda la etapa estudiantil es sinónimo de esfuerzo, sobre todo en la Universidad. 'La única posibilidad de estar allí era aprobar para obtener becas'. Residía en un colegio mayor, también becada. Allí hacía un turno de portería para pagarse el sustento. Hasta entonces nunca había estado en Santiago. Recuerda con agrado 'las fiestas en primavera y las celebraciones de cumpleaños o las excursiones'.

Sin embargo, no se implicó excesivamente en la vida compostelana, pues 'los fines de semana venía a casa, ya que mis padres eran mayores y necesitaban compañía. Aprobó el MIR para hacer traumatología, en una época en la que todavía las mujeres escaseaban en esta especialidad. De hecho 'fui la primera residente en Ourense y hubo compañeros que trataron de disuadirme, 'porque se trataba de una profesión de hombres'.

Siempre le gustó su tierra. 'Aunque lo piense, no hay un sitio que me guste más', si bien en esto tal vez influya su madre, a la que siempre ha estado unida, y que aquí mantiene 'los amigos de siempre'.

Pese a la querencia, culminada la formación hubo de irse 'porque carecía de oportunidades para un trabajo digno, ya que era una época difícil', así que comenzó a enviar currículums 'y en ese periplo llegué a Cee'. Antonio Fernández Cebrián le preguntó 'si me quería quedar' y aunque cuando regresó de llevar su expediente académico y profesional a ese centro le dijo a su madre 'ya sé a dónde no quiero ir', refiriéndose al hospital de la Costa da Morte, 'pues pasé allí once años', dice riéndose, para añadir que 'al principio fue duro, porque para una persona de interior, estar allí lo es'. Además, fijó su residencia en A Coruña, lo que la obligaba a desplazarse a diario. Le llevó a ello su otra gran pasión: la música, que arrastra en los genes y forma parte de la tradición familiar. Estando todavía en Ourense le había llevado su prima Marisa a la Orquesta Sinfónica de Galicia, y por eso 'quería estar cerca'.

El paso del tiempo fue enderezando las cosas, pues su destino profesional está ahora en el Complexo Hospitalario de A Coruña, aunque en medio su vida pasó por otros avatares: se casó con Ramón, un catalán que toca el violonchelo en la Sinfónica -cuando sólo había dos músicos españoles en la orquesta- y tuvo dos hijos.

Cuando hizo la prueba de acceso para soprano le preguntaron 'qué hacía una médico en unas pruebas para cantante'. De eso han pasado trece años y ahora 'no sé qué pesa más en mi vida, si la música o la medicina'. Sueña con volver a casa, pero admite que las circunstancias familiares y musicales hacen muy difícil poder instalarse fuera de A Coruña, aún admitiendo que 'mis amigos de siempre están en Ourense'.

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