Ese es el lema de medio centenar de gallegos y portugueses que este fin de semana se han lanzado al monte para reivindicar la importancia histórica y social de la Vía Nova y el Camino de San Rosendo.

El Camino se promueve andando

Los integrantes de la andaina por la Vía Nova, que este fin de semana completarán la ruta Braga-Lobios.
Un camino, dos países sería el lema de cualquier campaña publicitaria sobre la riqueza transfronteriza de Galicia y el norte de Portugal.
Pero también el lema de un grupo de socios del Rotary Club de Ourense, organización que integran empresarios y profesionales que prestan sus servicios humanitarios para contribuir al desarrollo de la buena voluntad y la paz en el mundo, que ayer llegó a la villa de San Rosendo después de recorrer a pie los 150 kilómetros que separan Celanova de Santo Tirso. 'Queremos aportar nuestro granito de arena a la promoción y difusión de esa ruta, camino mozárabe de auténtico pedigree porque en este trazado está San Torcuato', destacaba Xabier Limia de Gardón, miembro de Rotary Club de Ourense .

Su entusiasmo y devoción por este itinerario, que partió el miércoles desde Santo Tirso (Portugal), por ser la cuna de San Rosendo, y llegó a Celanova desde tierras de la Baixa Limia, no disminuye a pesar de las dificultades del camino: mucho asfalto por tierras portuguesas y demasiada maleza en el trazado ourensano por los dos caminos naturales (de la Vía Nova entre la frontera y Santa Comba y desde allí, de San Rosendo). 'Deberíamos cambiar este planteamiento, ver este camino como uno solo y promocionarlo así porque de es algo que nos une', destacaba Limia.

Más al sur, concretamente en Braga, comenzaba ayer el camino para otros peregrinos ourensanos, aquellos que secundaron la convocatoria de la Fundación Aquae Querquennae-Vía Nova de Bande. 'Lo mejor para conocer un camino y publicitarlo, es andarlo', asegura Antonio Rodríguez Colmenero, vicepresidente de la fundación que, conjuntamente con el arqueólogo Santiago Ferrer, lideran la esta primera andaina por tierras portuguesas.

El objetivo es recorrer por etapas las 210 millas (318 kilómetros) de la antigua calzada romana que une Braga y Astorga. 'En los últimos años se ha hecho mucho para su conservación, pero no se hizo así a través de los siglos', señala Rodríguez Colmenero, que defiende que 'a pesar de todo es una de las vías romanas mejores conservadas'.

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