El cartero de Sobrado, y los ministrillos de medio ambiente contra natura

Se llama Manuel, ha sobrepasado la jubilación en dos decenios e igual aparece subiendo en bici el Mortirolo, que el Alpe de Huez. Fama de ciclista tenía en su entorno. No le pidas el tiempo que empleaba en esas subidas porque éste es un concepto relativo para quien usa hoy una bici de montaña de las baratas, pero eso sí con pedales automáticos. Encontramos a este ex cartero del concello de Barbadás que de desgastar tanta suela en su vagar entre domicilios, menos gastó cuando se subió a una bici y menos aún cuando con una moto andaba de reparto por todo el municipio, como en una evolución motorizada de su profesión. No fue ese Bahamontes que llevaba a remolque los panes por las cuestas de su Toledo natal, pero sí se enganchó a la bici todavía más luego de retirado, tanto que no hay día, salvo contingencias acuosas que lo impidan, que no ande rodando desde su Sobrado hasta la Pía, que era una tienda de ultramarinos en el comienzo de la carretera de Piñor en el cruce de Marcelo Macías, yendo a pedales por Cabeza de Vaca, Piñor, Mugares, Toén, Moreiras y prosiguiendo, con subidas alternas, por Trelle, alcanzando los castros del mismo nombre por térrea pista; un alarde de equilibrio no exento de fuerza para esos sus años. Fue en una de éstas que encontramos a quien descendió de su bici para entablar breve conversa en la que incluso se habló de ese Sobrado al que tan vinculados los Requenos con sus ventas de carnes por toda la ciudad; los Xucos trabajando la madera, o esos ilustrados que fueron los Salgado Valdés. También hubo familias allí aplicadas al más humilde de los transportes a lomos de caballerías, de remolques o a los propios, trayendo piñas y carqueixos a los hogares ciudadanos para encender las cocinas llamadas económicas o de hierro, destacando las de la fundición Malingre, a las que arrumbarían las de gas, y a éstas, las eléctricas. En otra, vagando o vacando por tierras de Cenlle pasamos cabe a la casa de turismo rural Aldea de Figueiredo que Javier Barril, un querido pariente, comparte en el lugar, fuimos, no como por acaso si no con la intención de visitar el centro budista Chu Sup Tsang que cuenta con lamas y monjas donde la paz que se respira, como en cualquier monasterio o convento, es total en su recogimiento. Estas formas de vivir interiorizando están ganando adeptos en un convulso mundo donde el dinero fácil, el poseer, el poder lo es todo. Ofrecen allí mucho por poco y es un reclamo para espíritus agitados, sobrepasados por un día a día que no trae más que desasosiegos. El bucólico paraje, su entorno boscoso parecen estar en consonancia con el espíritu de gentes que han preferido el retiro y la paz a ultranza que los vaivenes de la esquiva fortuna. El yoga, esa disciplina emanada del hinduismo, dentro del que nació el mismo budismo, ya tiene centros en todas las urbes, suministrando esa paz interior de la que faltos. De esto mucho sabe Javier Risco, que fue de los primeros o el primero, con 25 años aquí, el cual tras un viaje de observación y estudio por la India, nos trajo una escuela de yoga donde imparte diarias clases presenciales u on.line, como ahora se dice, a las que coadyuba su saber y ese espíritu que transmite de franciscana paz. Andamos ahí un grupo de entusiastas contra viento y la marea que producen las alarmantes noticias sobre el depredador lobo, que tanto se dimensionan en los medios, empeñados nosotros en la creación de un centro de interpretación del lobo Ibérico en un hábitat que en manada los tiene. La iniciativa puede cuajar si sigue los pasos del único centro en Sanabria, un referente en una Europa que apuesta por la conservación de las especies con medidas concretas, que los gobiernos como el nuestro implementan pero que las comunidades por encima del Duero se empeñan en desautorizar, sobre todo sus llamados ministrillos de Medio Ambiente, que no otra despectiva denominación puede hallarse para tal caso, siguiendo directrices de sus jerarcas, como impulsados por una inercia. Un despropósito como no se ha visto tal al que la ciudadanía asiste estupefacta y como impotente de pronunciarse contra tal descabello que ataca a la protección del lobo. Mientras, la ganadería en extensivo invade todas las sierras, embosta sus laderas, impide cualquier aporte de unas aguas antes límpidas, ahora contaminadas por los excrementos, campando a sus anchas sin límites, emitiendo, a mayores, gases de efecto invernadero a la atmósfera. Y mientras el lobo, que podría reducir con sus cacerías, y por su presencia a las numerosas camadas del arrasador jabalí, es el gran enemigo. No se comprende esa inquina de las comunidades del Cantábrico empeñadas en que se debe autorizar la caza del cánido salvaje y que no se le debe proteger; la reducción de las manadas contribuirá a aumentar los ejemplares del salvaje suido, arrasador de prados, maizales, huertas, jardines, incluso viñedos… Se calculan medio millón de porcos bravos en Galicia.