Maite Estévez: "Estoy en una nube, me llaman alumnos desde Hong Kong"

Maite Estévez, en el pasillo de Salesianos en el que la homenajearon (José Paz).
photo_camera Maite Estévez, en el pasillo de Salesianos en el que la homenajearon (José Paz).
Maite Estévez, la profesora de Lengua y Literatura a la que dejaron sin palabras sus alumnos, se jubila de salesianos. El paseíllo homenaje a 40 años de trabajo dio la vuelta al mundo

El primer día de clase, un alumno se acercó a Maite Estevez (Ourense, 1958) y le regaló un libro con carta incluida. “La novela es de mi padre”, le espetó el joven a su profesora de Lengua y Literatura, que antes ya había dado clase a su progenitor. No fue el único que terminó haciendo Letras. En parte, por su profesora Maite. Ella se quita méritos: “Bueno, cinco o seis alumnos que se han dedicado a la Literatura sí que tengo”. Esta ourensana dejó huella en decenas de generaciones en Salesianos. Hace unos días se jubiló y le hicieron un paseíllo homenaje que todavía la tiene en shock. “No te puedes imaginar la ilusión que me hizo, de repente me llaman al teléfono alumnos desde Hong Kong. Y por Instagram, miles de mensajes gratificantes. Estoy en una nube”, confiesa ahora, en el mismo pasillo -ahora vacío- , que el día anterior era un alboroto de adolescentes.

Cuatro décadas dedicada a la enseñanza

Cuando acabó su última jornada laboral tras 40 años de enseñanza, Maite no pensó en ningún homenaje. Los chicos de Bachillerato seguían en clase y en el aula de profesores había normalidad. Bullicio, ninguno. “No me pudo pasar esto a mí. El montaje fue de mis alumnos y seguro que de alguna de mis compañeras”, dice sobre el paseíllo que organizaron para despedirla y que triunfó en redes sociales. Entre aplausos, la profesora dijo: “Soy profesora de Lengua y me he quedado sin palabras”.

Han pasado más de 10.000 estudiantes por las clases de esta docente de Lengua y Literatura. No lleva la cuenta, pero alrededor de 250 jóvenes aprenden cada año en Salesianos. Y en los inicios como docente, cuando las clases eran más numerosas, ese número podía duplicarse. “No sé cuál es el truco. Para dar clase en una asignatura que muchas veces no gusta, como la Literatura, creo que tienes que intentar atraerlos. Si consigues llevar a muchos a tu terreno, está muy bien. Siempre intenté hacer mi trabajo siendo muy cercana, siendo muy amiga de ellos, pero jamás traspasar esa barrera”. Y los alumnos parece que responden a su método: “Soy su profesora pero me llegaron a contar muchos secretos, más de los que podrían saber sus padres. Me los llevo todos”.

Los comienzos de Maite fueron en un mundo de hombres: de aquellas el Bachillerato era COU y solo había dos profesoras. “Fue un impacto, me acuerdo que el primer día di tres zancadas, me senté y no me moví en toda la hora porque me sentía muy observada”. 

Un referente

También cambió la manera de enseñar. “Hace 40 años le dábamos mucha caña a nuestros alumnos, nos lo exigían. Los temarios eran amplísimos y había mucho alumnado. Ahora mejoramos, los grupos son de menos de 30 y los temarios bajaron de forma exagerada y correcta”. 

No solo a literatos marcó la profesora. “Me pasa al ir al hospital, al notario o a tomarme un vino: me encuentro con chicos a los que le había dado clase”. Ella se acuerda de todos: “Estoy muy agradecida porque saluden, espero siempre a que me saluden”. Eso sí, a veces evita la calle del Paseo: “Mi marido me dice a veces: ‘Por ahí no vamos, que te paran todo el tiempo”. 

Los planes de Maite son sencillos. “Disfrutar mucho. Hacer deporte, tomarme mis cañitas y ver más a mis hijos, que viven fuera”. Para la entrevista, su ritual diario es el mismo: a Salesianos entra como a su casa. Mañana será otro día: “Contenta, pero con el corazón encogido porque esto es muy de palabra y el día a día cambia por completo”

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