Un jurado juzga a Sergio González por matar a un octogenario con el que estaba enemistado

El homicida de Albarellos dice que actuó en legítima defensa

El acusado, y en segundo plano, su abogada, el letrado de la acusación particular, y el fiscal. (Foto: MIGUEL ÁNGEL)
Él lo mató. No hay dudas en ese apartado. Sergio González, el acusado, y su defensa, y el fiscal, y la acusación particular, concuerdan. Gregorio F.R. murió a consecuencia de los cortes que Sergio González le propinó con unas tijeras de podar el 25 de septiembre de 2006, en un paraje a las afueras de Albarellos (Monterrei). El quid al que deberá atender el jurado popular está en otra parte.
¿Sabía el acusado lo que hacía? ¿Pisaba con ambos pies la realidad? La defensa, para demostrar que no, enfatizó el grado de retraso mental moderado que acusa su cliente y los episodios de 'trastorno delirante' que ocasionalmente le impiden ejercer control sobre los actos y comprender la realidad. Ni Ministerio Fiscal ni acusación particular dudaron, en cambio, que distinguía en todo momento el bien del mal, y que mató a su vecino 'consciente e intencionadamente'.

De otro modo, 'después de matarlo no lo habría arrastrado 50 metros, se habría salido de la pista otros diez, y lo habría ocultado bajo piedras y ramas, para irse luego a casa y lavarse, y así deshacerse de los restos de sangre', señaló el fiscal, Carlos Bombín.
Sergio Martínez no rehuyó el interrogatorio, y en cuanto se le permitió pronunciarse, mostró interés en sentirse arrepentido y pedir perdón a la familia de la víctima.

'Y yo no sufro ninguna enfermedad mental', apostilló el sujeto, que se ufanó de tener un especial talento para memorizar matrículas. Luego, pasó a relatar los hechos. Aquella tarde salió 'a pasear con el perro' y se encontró de golpe con la que iba a ser su víctima, octogenaria pero vigorosa para realizar tareas de campo. De hecho, regresaba de cavar una finca. Las rencillas entre ambos venían de lejos. Todo el pueblo lo sabía. El acusado, de 43 años, aseguró que desde los tres, su vecino le había hecho la vida imposible. Los vecinos, sin embargo, afirmaron que 'se decía' que el imputado había amenazado de muerte en numerosas ocasiones a la víctima. Sergio subrayó que ésta, el día de autos, 'me intentó matar a mí'. Incluso 'me hizo un corte en un dedo'. Pero quien murió fue Gregorio F.R., cuando, tras serle arrebatadas las tijeras, el acusado le hizo 'un corte en el cuello' con las mismas. ¿Sólo uno? 'Sí, un cortito', respondió con un diminutivo a la pregunta del fiscal.
Tras arrastrar y ocultar el cadáver, regresó al pueblo, donde se cruzó con varias vecinos a los que anunció la nueva del homicidio.

Gato panza arriba

Unos lo vieron nervioso; su prima, que tras el homicidio le sirvió un agua en su bar, 'como todos los días'. Al principio no lo tomaron en serio. Posteriormente fue inevitable. De hecho, acabó conduciendo a dos vecinas hasta el paraje en el que había matado y posteriormente ocultado el cuerpo sin vida de Gregorio F.R. En ningún momento negó que hubiese muerto a sus mano, aunque puntualizaba: 'Me defendí como gato panza arriba'.
El agente que instruyó el atestado destacó de la toma de declaración en la comandancia el relato 'frío' de los hechos que realizó.

El juicio continúa hoy con el testimonio decisivo de los forenses.

¿homicidio o asesinato?

El letrado de la acusación particular señaló que Sergio 'quiso matar deliberada y premeditadamente a Gregorio. Se ocultó y lo atacó por sorpresa, clavándole las tijeras en lugares letales. Odiaba a su víctima, actuó con alevosía y usó un despoblado para salir impune'. Por ello, solicitó una condena por asesinato, y pidió una pena de 30 años de prisión.
La defensa, que habló de un delito de homicidio imprudente, reclamó la libre absolución porque Sergio confesó, cooperó y condujo a los vecinos hasta el lugar donde ocultó el cadáver. Además, actuó bajo el delirio.
El fiscal le imputó un delito de homicidio, y pidió para el acusado 12 años de prisión.

Te puede interesar