De insaciables sexualmente

Adicciones que hacen esclavos Hace unos días el excomisario Villarejo, guardián de las cloacas del Estado durante años, dijo que el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) llegó a inyectar al Rey emérito, Juan Carlos I (Borbón hasta las trancas), "hormonas femeninas e inhibidores de testosterona para rebajarle la líbido, porque se entendía que era un problema de Estado que este señor fuera tan ardiente". Hay muchos personajes públicos que han confesado padecer satiriasis (Michael Douglas, Tiger Woods, Britney Spears...) que cuando la lograron controlar incluso fueron más felices, disfrutando de la coyunda, en vez de estar a su merced. La Historia describe a Calígula como un salido de mucho cuidado o a Felipe V como un experto en las artes amatorias que ya quisiera el mismísimo Casanova. Entre los líderes mundiales que tengan, sino adicción, sí una especial propensión a algo, está el alcalde de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome. El regidor está pasando por la política como un amante de mucho cuidado. Amante de cobrar cada vez más de las arcas públicas, se entiende. Él, que llamó roñica al exalcalde que le entregó el bastón de mando y el voto para que fuera alcalde, se está destapando como obseso del vil metal. Le está llamando incluso la atención a la Fiscalía, que se ha querellado contra él para saber qué destino aplica a los cuartos de los impuestos de los ourensanos. Es difícil aventurar el resultado de esa acción del Ministerio Público, conviene esperar el resultado de las actuaciones. De momento, sí se está demostrando que el personaje, con su obsesiva propensión a ser cada vez más caro, es un adicto a cierto tipo de sexo: como alcalde no para de joder a la ciudad. Podría actuar incluso el CNI. Unos voyeurs Y lo peor es que nos convierte a todos en una suerte de voyeurs, mirones por el ojo de la cerradura de su alcoba política, escrutando con quien cohabita, como disfrutando con ver, no con hacer. Hace ya tiempo que esta es una ciudad que se asemeja a cualquier cuadro de la serie negra de Goya, tétrica en su concepción, patética en su simbolismo. Consumimos a diario un menú de orfanato, como si fuésemos Oliver Twist. Escuchando a un tipo que cantinflea para explicar el uso de fondos públicos, que acusa de partidismo a órganos vitales de la administración de justicia y que, desnudo de escrúpulos, hasta se escuda para justificarse en personas ya muertas, alguna a la que le debe el ser. Nada que reprochar a las 12.000 personas que le votaron creyendo que compraban joyería, sin reparar que estaban tratando con un chatarrero. Nunca se hubiese llegado hasta aquí si el PP no fuese uno de los compradores de esa mercancía. O lo que es peor, que le permita seguir jodiendo de esta forma. Vendiendo los trastos viejos Decía John Lennon que la vida es eso que pasa mientras hacemos planes. La vida, no sé si por suerte o por desgracia, es eso que va pasando mientras miramos a un personaje que mastica casquería política como mejor alimento. Una vez más esta fue la semana del chamarilero que entretiene con la venta de sus trastos viejos mientras las preocupaciones de la gente ya le sobrevuelan, están muy por encima de su capacidad y sus entendederas. Los desvelos vienen por la subida del IPC por encima del 5%, inédito en treinta años; por la cabalgada de los costes energéticos arrinconando a empresas y familias; por las tensiones causadas por la carencia de materias primas y el cuello de botella que sufren muchas actividades económicas. Eso es lo que jode a la mayoría, menos a él. Somos capaces de mucho más Si nos elevamos por encima de toda esta hojarasca vemos que aquí aún quedan arrestos y capacidad para atarse los machos. El Ourense que madruga, que se dice ahora, es el que puede firmar el mejor dato de la ocupación laboral de los últimos diez años. Es el que presume del repunte en el sector primario. Incluso es el que puede tener una ventana de oportunidad con el AVE, aunque en la ciudad sigamos sin enterarnos de qué va todo. Hay que joderse. Al poner la lupa | Entra noviembre, podría ser una marca Arranca noviembre, un mes maldito en tiempos, con su poso de miedo y muerte. El de las oportunidades ahora, si se quieren aprovechar. El Samaín es la primera entrega de una serie de actividades autóctonas y que no son deslocalizables. El magosto debería extenderse más allá del día 11 y su fin de semana anexo, ser cita para todo el mes, para atraer turismo a uno de los meses con peores datos de reservas. Hay quien sostiene que si otros territorios tuviesen ese ADN tan identificable harían marca. Pero, sobre todo, hay que preservar noviembre de las zarpas municipales y de quien las maneja, evitar que en su afán destructor hagan como con el Outono Fotográfico o el Festival de Cine, en tiempos también en este mes. Hay valores intangibles, esencias que están prendiendo en los chavales gracias a labores de colegios y demás colectivos. Hay que dejar a la sociedad civil que siga tomando el protagonismo. Que el Concello no toque nada. El portafotos Alfredo Conde, escritor alaricano nacido en 1945, recibió esta semana la distinción que le otorgó la Diputación y que lo considera ya hijo predilecto de la provincia. El autor tiene en sus estanterías otros reconocimientos, ganados por su capacidad creativa: el Nacional de Literatura, el Nadal o el Julio Camba de periodismo. Autoridades y amigos, incluso él, hicieron en el acto público de concesión lo que procede en situaciones así: exégesis en todas las voces. Tanto las que consideraban una "infamia" que Conde no esté en la Real Academia Galega, como las que le situaron en la órbita del galleguismo independiente como una forma de entender "a devoción por Galicia", o como las que recordaron que en sus 69 obras "Ourense sempre está presente". Conde recordó familia y amigos; vida y vivencias. También aquel Ourense de la posguerra fratricida para abogar por una "unión fraternal, necesaria e exemplar para o resto da sociedade". El escritor alaricano fue uno de los homenajeados esta semana. Baltar recogió el afecto del Liceo, que le concedió la medalla de oro y la Diputación concedió el premio Olimpia Valencia a la cardióloga Luisa Pérez. Ourense se acuerda de sus hijos y se muestra generosa con ellos. Es otra señal de que nos hacemos mayores. Ojalá también sabios.