El desvío de 23 kilómetros se realiza por viales en mal estado, con ganado suelto y atravesando el centro de A Cañiza

La odisea de ir de Vigo a Ourense

Un rebaño de vacas cruza la carretera por la que se desvía ahora el tráfico. (Foto: Alberte)
Viajar de Vigo a Ourense se ha convertido en una auténtica aventura donde no falta casi nada gracias a los 23 kilómetros de rodeo por las carreteras N-559 y sobre todo N-120, que no están en condiciones de asumir el fuerte tráfico de la autovía Rías Baixas tras el cierre del túnel para su reforma y adecuación.
Ha pasado más de un mes y queda todo marzo y parte de abril y los conductores ya se han hecho una idea de que Fomento no dará marcha atrás pese a los reiterados avisos de usuarios y transportistas sobre la peligrosidad de ambas vías, donde se pueden encontrar desde señales de tráfico sujetadas con sacos en la N559 hasta gravilla en el suelo.

La cola de coches se produce desde el segundo kilómetro de los 23 entre las bocas de acceso a Folgoso y A Cañiza, y que incluye la subida y bajada a Fontefría. En este trazado apenas hay espacio, por lo que a menudo se producen adelantamientos en línea continua para ganar tiempo y evitar colas. Con todo, la velocidad media no pasa de 40 a 50 kilómetros por hora.

Antes, a la altura de A Lamosa, todos los coches superan la velocidad máxima permitida en el pueblo porque es un tramo bueno. A partir de ahí, coches pisando la línea continua y mucho peligro en cada tramo. Incluso más en la bajada desde el Alto de Fontefría hasta A Cañiza, donde no se puede adelantar. No obstante, muchos camiones se aprovechan de que van más altos y ven todo el trayecto y adelantan en prohibido.

Toda la bajada está deshecha: los coches botan de los agujeros y el deterioro del firme va en aumento a medida que pasan las jornadas y más de 12.000 vehículos transitan de media a diario. En todo caso, la cola sigue hasta A Cañiza, sin lugares para poder adelantar y con trampa de multas a la entrada de la villa, donde la Guardia Civil está de forma permanente.

No termina ahí la odisea: todavía quedan múltiples peligros en el casco urbano, con camiones obligados a frenar en los pasos de cebra, atascos y todo ello aderezado con los mojones de los kilómetros de la N-120 que no se leen. Y ganado suelto, vacas y caballos, que pastan a la orilla de la carretera como un peligro constante y que ya provocado al menos un accidente.

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