Para quedarse tiritando de frío

Qué frescas están estas mañanas Estas mañanas están quedando frescas, muy de enero. En las inmediaciones del polígono de San Cibrao están con obras de mantenimiento en la carretera. Los obreros parecen el muñeco Michelín, de lo abrigados que van. Gorro y pasamontañas unos cuantos, rostros rubicundos la mayoría, huella del frío. Una buena parte están más cerca de los sesenta que de los cincuenta, pocos por debajo de los cuarenta a simple vista. Se ve a leguas que no son empleados de banca a los que la entidad pone de patitas en la calle con poco más de 50 para poder hacer la usura a base de algoritmos. Los obreros de la construcción se echan las manos a los riñones cuando se incorporan tras estar en cuclillas echando cemento en una arqueta. A la mayoría le queda paleta hasta los 65. El ministro de la Seguridad Social mirará una rebaja en los antiinflamatorios para mitigar el dolor de huesos, pero hay que tirar para adelante, dice Escrivá, no hay retiro antes. El BBVA y el Santander, entre otros, siguen echando por la gatera a la “prejubilación” a empleados con décadas de experiencia, pero que “no están digitalizados”, mientras en otras profesiones (y autónomos) se sigue escuchando la orden de “rema, rema, rema” desde el puente de mando del barco. La edad media de los trabajadores de la construcción en Ourense supera los 50 tacos, los jóvenes pasan de doblar la cerviz y hay que traer al andamio empleados desde Perú o Chile, que deben tener la espalda más flexible. Tenemos un problema serio con el edadismo, con criminalizar los cumpleaños según qué actividad tengan. Otro de sobreprotección, alejando a los chavales de las penosidades de la vida. Pero ese no es el único problema. Esta semana contó el periódico que el 30% de los profesores del campus de Ourense se jubilarán en una década. La sanidad pública, como también adelantaron estas páginas, acompañará a la puerta de salida a cientos de médicos y profesionales de la enfermería. Y con ellos se irá el talento, la experiencia, la capacidad, la templanza. La transición generacional puede ser abrupta y por abajo a gran parte de los jóvenes se les ofrecen contratos por día, a media jornada, peonadas y salarios de miseria. El 20% de los contratos que se hace en Ourense vence antes de una semana. Sobre ellos recae la tasa de reposición para pagarnos las pensiones el día de mañana. Aviados vamos. Por arriba, crepusculares; por abajo, solo ternura. Qué frescas están quedando las mañanas. El agua termal se está enfriando La edad avanzada es una tiritona, también para los proyectos presentados como descollantes, que no invierten ninguna curva, nos dejan en perpetua fase mesetaria. Algunas iniciativas se hacen mayores, como la población. Las cornetas de Roma servían para que todos los legionarios supiesen y obedeciesen las órdenes de batalla. Los senectos propósitos de progreso de esta ciudad descansan como gota malaya sobre un termalismo que no existe y tienen el efecto de una lavativa. Las trompetas tienen sordina y las paredes del recinto ferial madrileño se vienen abajo hoy porque cierra Fitur, el certamen más importante del mundo a nivel turístico. El cartón piedra no guarda el eco de las perpetuas promesas balnearias de una ciudad que lleva décadas encomendada a los mismos mantras mientras las dotaciones están cerradas y hasta el agua pudo haberse enfriado ya. Juntos y por separado: letales Pero para frío, este invierno demográfico. Los datos de población publicados ayer dejan a la ciudad cerca de perder la tercera posición de Galicia por número de habitantes, a nada de ser superada por Santiago. La capital gallega va subiendo a los 100.000, la de As Burgas, cayendo a la misma cifra. Lo fácil es echarle la culpa a Jácome y al PP por hacer de Thelma y Louise, acelerar a fondo cuando el coche va hacia el precipicio. Desde hace ya dos décadas la urbe adelgaza a gran velocidad, sin proyecto para atraer gente o para retener a sus habitantes. Desde que llegaron este gobierno y la pandemia (que afectó a todas las ciudades, pero Ourense es de las pocas que caen) se han perdido 1.955 habitantes. Por separado el mal es grande. Juntos, letales para la ciudad. Ya lo dijo Feijoo. Al poner la lupa | Trabajar en silencio y ajenos al frío A salvo de un improbable pinchazo de última hora, las empresas exportadoras ourensanas habrán conseguido vender fuera de España productos por valor de 1.000 millones de euros al concluir el 2021, batiendo un nuevo récord. Hay que hacer las cosas muy bien para estar en países con hábitos de consumo tan diversos, culturas tan diferentes y crecer cada año. En medio del raquitismo imperante y el leirismo metal y físico que tan bien hemos cultivado en Ourense, ver señales de competitividad en el horizonte reconforta. Demuestra, al menos, que mientras de la cosa pública se desprende solo mediocridad, desencuentro, vaguedades y una raquítica pelea por los puestiños, en la sociedad ourensana hay unos cuantos titanes ajenos al desierto político. Son solo un pequeño ejemplo de las capacidades que aún quedan. En su mayoría trabajan discretamente, incluso sin foco alguno. Es la calefacción para días frescos como estos últimos. El Portafotos José Antonio Feijoo Alonso es alcalde del Concello de Baltar desde el año 2007 por el PP. Antes había hecho callo con Centristas de Galicia o Coalición Galega. Los espolones le nacieron en el Concello de Xinzo y el plumaje lo luce como regidor de Baltar. Presidir una coporación de un municipio de menos de 1.000 habitantes permite pasar despercibido para los medios a menos que pase por allí Calleja para grabar alguno de sus programas. En las últimas jornadas se le aceleró el pulso porque quedaron muy en evidencia unos proyectos de Iberdrola que podrían dejar heridas en la serra do Larouco. Nadie duda que el regidor conocía tiempo ha los planes de la eléctrica, pero no consta que haya cuestionado a fondo todo o una parte del proyecto. El asunto pasó a las páginas de este periódico y quedó bien patente que había personas y colectivos que se oponían a los eólicos y las torretas de la empresa de Sánchez Galán. José Antonio se envolvió entonces en la bandera del concello y se puso al frente de la protesta. Siempre quedará sin responder la pregunta de cuál sería su actitud si el asunto no saliese a la luz pública. Como sorprende no haber escuchado un solo argumento ni a favor ni en contra de este proyecto de partidos tan sistémicos como el PSOE y el BNG.