Historias de un sentimental

Vuelta a recordar la farsa teatral del retorno de Santiago Álvarez en Ourense

Santiago Álvarez, en Vigo.
photo_camera Santiago Álvarez, en Vigo.
Cuando quisieron darse cuenta, Santiago Álvarez había llegado a Vigo por su cuenta, llevaba aquí varios días

A los que tenemos cierta edad y cierta memoria, nos requieren a veces, desde distintos niveles, jóvenes periodistas e investigadores para que les aportemos un dato, una memoria, una anécdota o un sucedido que les viene bien a su indagación. Y miren por dónde acabo de exhumar, por tal motivo la historia, a la que ya aludí alguna vez, de la divertida farsa que montó el PCG de aquel tiempo para simular el triunfal retorno a Galicia de su secretario general, Santiago Álvarez, con especial parada en Ourense-Empalme. Una historia que conocemos los periodistas que fuimos cómplices de aquella teatral representación y puesta en escena. En diciembre de 1976, fueran detenidos el secretario general del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo, que se encontraba clandestinamente en Madrid y otros dirigentes notables, entre ellos el ex comisario político Santiago Álvarez, secretario general de la organización territorial del partido en Galicia. Finalmente, a punto de concluir el año, como paso previo a la propia legalización del PCE, el Gobierno liberó sin cargos a los prisioneros.

Santiago Álvarez cogió un coche y, sin más, se vino a Galicia; pero sus camaradas de por aquí tenían otros planes: habían decidido movilizar todos los recursos del partido para hacerle un recibimiento espectacular, lo que requería su retorno en tren. El programa comprendía que, en las principales estaciones del recorrido, dentro del territorio gallego, saldrían gentes con pancartas para demostrar la presencia del todavía ilegal partido. Pero cuando quisieron darse cuenta, como digo, Santiago Álvarez había llegado a Vigo por su cuenta y llevaba aquí varios días. Así que no se les ocurrió otra cosa que mantenerlo convenientemente oculto y seguir adelante con el programa previsto, que incluía la llegada a la ciudad a primera hora de la noche y decidieron prescindir de las manifestaciones por el camino, y concentrar todo el esfuerzo propagandístico en la vieja estación de Vigo.

El día elegido y anunciado oficialmente para el retorno del exiliado, tomaron a Santiago Álvarez y lo trasladaron a la estación de Redondela, donde hacía larga parada el Expreso Rías Bajas, en el que supuestamente venía triunfalmente retornado el secretario general de los comunistas gallegos. Lo subieron al convoy de modo muy discreto para que llegara a Vigo como si realmente procediera de Madrid. Pero con las prisas y la emoción, los encargados de organizar aquella farsa se olvidaron de avisar a los camaradas del camino, concretamente a los de Ourense. Así que cuando había llegado el tren a la estación de Ourense-Empalme y los comunistas y simpatizantes desplegaron las pancartas y estallaron en gritos de júbilo. De entre los diversos lienzos confeccionados para la ocasión, el más expresivo decía “¡Santiago, somos nós!”. La inicial alegría se tornó en decepción cuando comprobaron que Santiago no aparecía por parte alguna. Así que los militantes de vanguardia subieron al tren e indagaron entre los pasajeros. Por fin, dieron con un señor cuya apariencia (bajito, regordete, pelo blanco y gafas) era coincidente con el personaje buscado. Con la lógica emoción lo abrazaron al tiempo que gritaban: “¡Santiago, somos nós!” Pero era otro. Cabizbajos, sorprendidos, con la lógica sensación de ridículo, se retiraron y plegaron las pancartas. Pero rápidamente reaccionaron y llamaron a sus camaradas de Vigo, para darles cuenta de que el esperado viajero se había esfumado. Los de Vigo, que se dieron cuenta del error, se explicaron y disculparon. Y siguió la parodia. A Santiago Álvarez, una vez instalado en tren en Redondela, hizo el breve trayecto tranquilamente en un departamento cerrado y desembarcó triunfalmente en Vigo, cuya estación estaba repleta de simpatizantes, con banderas y pancartas, que recibieron gloriosamente al retornado, aparte de los periodistas que estábamos en el ajo, entre otros, yo.

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