Ribeyro (Perú, 1929-1994) fue el escritor de la enfermedad. Su manera de vivir fue la de estar siempre renqueante, tal vez porque la muerte era, según él, un usurero que prefería cargar primero con la buena moneda. Sus diarios son eso: la inmolación consciente que alguien como el escritor limeño hacía del tiempo, de su salud, de sus intereses materiales, de su vida, en suma, para crear un orden de las palabras que lo satisficiese.
En La tentación del fracaso están hacinados casi 30 años de su vida, entre 1950 y 1978, que dibuja a un hombre hipocondríaco, misántropo, depresivo, fascinado por la literatura, que cada vez que se ponía a escribir necesitaba una dosis de irresponsabilidad que sólo le ofrecía un trago de alcohol. Porque lúcido, al parecer, era tan incapaz como borracho.
