De que se fala

¿Vocación o vacación(es)?

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¿Qué quiero ser de mayor?

Cuando eres pequeño y te preguntan qué quieres ser de mayor, no tienes ni idea de qué es eso. ¿Que qué quiero ser? Supermán, una princesa, un duende de papá Noel… A lo que te responden que eso no es un trabajo de verdad, y esa es una de las primeras decepciones que recibirás a lo largo de tu vida.

Parece que a medida que crecemos esta pregunta se hace cada vez más y más presente en nuestras vidas, junto con las afirmaciones de que hay que estudiar una carrera para ser alguien en la vida y tener un trabajo que te permita ganar mucho dinero y vivir bien. 

Y con eso último es con lo que nos solemos quedar: “ganar mucho dinero y vivir bien”. Con esta canción llegamos al momento de elegir una carrera (los más osados y, diría yo, que soñadores) y pensamos en algo cortito y facilito, en lo que no tengamos que estudiar mucho, que te resuelva la vida y, resumiendo, “ganar dinero y vivir bien”. Así llegamos, por ejemplo, a mi carrera, Magisterio, Infantil para ser más exactos, una carrera por todos conocida como “pinta y colorea”, como si fuera tan fácil para algunos tan siquiera pintar y colorear bien...

Más difícil de lo que parece

A esta carrera se acercan muchos movidos por el interés de las muchas vacaciones y de que “tenemos un sueldazo”, pero poco se habla de que tienes que ser madre, psicóloga, amiga, pediatra y, por último, profe. Por no nombrar lo duras que son las oposiciones, las cuales, a pesar de tener tu carrera como en todos los demás trabajos, tienes que seguir demostrando tu valía con más y más exámenes y pruebas absurdas que no demuestran nada, ante gente que solo está deseando que se acabe todo para poder empezar sus vacaciones y le importa bien poco lo que digas. Y porque echar a suertes en un solo día todo el esfuerzo de un año entero estudiando, no demuestra que seas mejor o peor profesora.

En mi opinión, lo justo sería que cada cual se fuera trabajando su propio currículum y tener que defenderlo ante una entrevista de trabajo, cara a cara con alguien que sí esté interesado en escucharte 

Esta profesión no se trata de cuidar niños y mirar lo “riquiños” que son, tan pequeñitos, con esas manitos... Tienes que motivarlos, descubrirles el mundo desde su mirada, entender sus sentimientos cuando ni ellos mismos los entienden, descifrar en su lenguaje corporal cuando están malitos o cuando solo quieren mimos por que su amigo se enfadó.

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Vocación en mayúsculas

En definitiva, tienes que tener lo que se llama vocación en mayúsculas, así, en grande porque la vocación es algo que te sale de dentro, del alma y las entrañas, es lo que hace que tu trabajo no sea un trabajo si no un placer (aunque días malos también hay, evidentemente), por el cual te levantas y cuando piensas en él, sonríes.

Pero es tentador, lo entiendo, caer en la idea equivocada de hacer esta carrera por esas vacaciones pensando que será pan comido “aguantar a unos niños unas horas” y, luego, la vida padre. Y es ahí cuando todo ya empieza mal. Cuando en un trabajo no pensamos en la vocación sino en las vacación(es), vamos al cole por ir, estamos en la clase vigilando que las horas vuelen, haciendo un mal uso de Pinterest al crear manualidades sin sentido alguno, simplemente haciendo por hacer para cumplir con ese “pinta y colorea” de cara a la galería, siguiendo un libro hecho para niños cortados por un mismo molde, como si cada niño no tuviese sus propios intereses, sus curiosidades, sus habilidades y su mundo interior. Y, lo peor, estaremos pagando nuestros problemas y frustraciones con ellos por que realmente no queremos estar ahí y por que esos niños a ti, te molestan. 

¡Qué vacío y triste te tienes que sentir así! Y, por otro lado, qué amargado debes ir a trabajar en algo que no te gusta pero que no puedes hacer que pare, que no puedes apagar. Porque a los niños no se les puede poner en una esquina esperando que no hagan ruido. Los niños necesitan crecer en cuerpo y mente, necesitan ser nutridos de conocimientos y experiencias y no hay sentimiento más increíble (y egocéntrico, lo sé) que el de que te recuerden años después al ver un cuadro de Gustav Klimt o al ir a la plaza de San Marcos en Venecia.

Personalmente, a mí lo que me mueve es saber que en mayor o menor medida yo les ayudé a ser quienes son, los conduje a llegar a donde llegaron, les apoyé cuando lo necesitaron y, en definitiva, les guié para encontrar su felicidad.

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