Opinión

Los espacios del habla: Los ‘fiadoiros’

Uno desaparece en la historia de los tiempos. Del mismo modo la memoria de los pueblos que llegaron a ser, del entorno que alimentó sueños o fracasos, proyectos, aspiraciones, ideales. Al no ser escrita, se queda en el olvido, que es la nada. El grávido paso de lo recordado al ser escrito se modula a base de supresiones, alteraciones, omisiones. Forman la ruta sinuosa de una escritura que, al final, viene a ser la alegoría de un proyecto humano cuyas cenizas son el aliento que deja adivinar lo no escrito. La realidad de lo referido tan sólo se constata en lo fijado como letra. Y el referente de ésta, en la sombra del tiempo ido, es tan solo espejo de lo que ya no es. Las casas que hace años estaban llenas de gentes, están ahora vacías en muchas aldeas de la Ribeira Sacra; el estanque sin agua, la fuente donde se lavaba llena de fango, la esquina derrumbada, el monte lleno de abrojos, que cada año aumentan de volumen, y acampa sobre los campos baldíos.


Olvidado el humeante abono que se sacaba desde el fondo de las cuadras, y los cantarines carros que lo iban esparciendo para la nueva sementera; la guadaña cuyo filo se iba afinando a golpe de martillo sobre una bigornia; lejos el silbido del afilador que, al mover la rueda y el cuchillo sobre el esmeril, dejaba un chisporroteo de fugaces estrellas, o la pareja de serradores que llegaban desde el cercano Portugal, y con un alargado serrón, montados sobre un madero en forma de caballete, serraban en acompasado ritmo.


Una ciudad, un municipio, una aldea, al no ser fijada como letra escrita, como texto o como memoria narrada, queda olvidada para siempre. Tales eran, y ya no son, los ‘fiadoiros’ de las aldeas. En la época invernal funcionaban a modo de gacetillas locales. Abundaban en las aldeas más pobladas de la Ribeira Sacra. Alrededor de la ‘lareira’, bajo la luz de una bombilla medio ahumada, o de un candil parpadeante, jóvenes y ancianos pasaban las noches en alegre y vivaz charloteo. Se hablaba de todo y sobre todo. Y se aprovechaba la jugosa velada para asar castañas, ‘mazar’ la leche, extraer un blanducho queso que, en buenas rebanadas de pan y miel, eran la delicia de una buena merienda. Se charlaba, se cosía, se calcetaba, se mondaban los nabos para la gran calderada que cebaba los cerdos para la cercana matanza. Se hablaba de lo propio y de lo ajeno.


Los casos más reincidentes eran las disputas de aguas. En algunas aldeas se dividían las horas de agua que pertenecían a cada vecino, y éstas se cifraban de acuerdo con el tamaño del ‘lameiro’, alternando días y noches. La abundante agua garantizaba un buen pasto y un ganado lucido, bien alimentado. Las disputas creaban desaveniencias y fricciones. No se llegaba a un acuerdo; se reclamaba más horas de riego, y surgía el ladrón furtivo que, a media noche, salía sigilosamente de su casa, y amparado por la sombra, alteraba el curso del caudal hacia su propiedad.


Los viejos mamotretos almacenados en los juzgados que narraban los pleitos de aguas, quemados algunos, otros arrojados a los basureros, narraban la sociología de estas relaciones vecinales en donde el afán de poseer agua se convertía en demanda judicial. La economía del agua daba lugar a robos, acusaciones, demandas, falsos testigos, acaloradas trifulcas. Era tema común en los ‘fiadoiros’.


A los ‘fiadoiros’ de las aldeas de la Ribeira Sacra se iba, ya entrada la noche invernal, a ‘fiar’, es decir a hilar. La lana, ya lavada, se cardaba, se extendía, se adelgazaba y en hilachas, cada vez más finas y tiesas, se introducía en un huso que, a modo de peonza, giraba con el ímpetu del dedo pulgar y del medio, e iba formando en la parte inferior, cónica, el hilo apto para calcetar, remendar, confeccionar medias, calcetines, guantes. Estampa etnográfica, antropología del vivir y del convivir, relatos de viejas, cuentos de aguas, de amoríos perdidos, de encuentros fortuitos. Los ‘fiadoiros’ eran la gaceta nocturna que a media luz, casi en la sombra, se fijaba como oralidad efímera. Pero ya no hay ‘fiadoiros’ en la Ribeira Sacra.



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