Opinión

Cuestión de sincronía

La mañana de la huelga, a la hora del desayuno, TVE emitió ‘Siete novias para siete hermanos’. Y desayunando me hallaba, cuando la protagonista empezó a cantar el 'Wonderful, wonderful day' entre el estupor de los allí congregados, que no podían evitar una mirada hacia la pantalla plana sin dar crédito a lo que veían. Una vez más, comprobé cómo me he hecho mayor. Porque recuerdo que había visto esas ‘Siete novias para siete hermanos’ en pantalla grande, en un cine de casi dos mil butacas entre patio y primer piso. Y recuerdo que a nosotros, cuando lo veíamos, no nos chirriaba como les chirría a los de ahora.

Cada vez tengo más claro que la felicidad es una cuestión de sincronía. De estar a gusto con lo que se hace en el momento en que se hace. Si viendo ‘Siete novias para siete hermanos’ en copia restaurada y Dolby, sin redes sociales ni becas Erasmus, estábamos bien, qué falta hacía tener más.

Lo malo es que tarde o temprano llega la asincronía. Porque las cosas no llegan cuando tienen que llegar. Las cosas llegan cuando llegan. Y de poco sirve, en relación con la felicidad, hablar en un aula cuando estás deseando hacerlo en otra, comunicar en una emisora cuando tu pensamiento y tu querencia están en otra onda, que te quiera una persona cuando tu corazón está en otra. Lo importante es que ‘7 novias’, algún día, me hizo feliz.

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