Opinión

Ética y estética

El inicio de la campaña electoral, con el sondeo del CIS hecho público pocas horas antes, y la tragedia de Extremadura que, como todos los accidentes mortales provocan una conmoción generalizada, más aún cuando afecta a jóvenes casi niños, ha dejado en un segundo plano un asunto que sin embargo debe ser resuelto cuanto antes: la situación de la exministra Magdalena Álvarez en el Banco Europeo de Inversiones.

Los españoles estamos hartos de que se defienda la presunción de inocencia en función de quien es el personaje a quien investiga un juez por posible comisión de un delito. Es evidente que hay que respetar esa presunción, un derecho que ampara a todos los españoles y que los debe seguir amparando. Pero cuando se trata de un cargo público hay que actuar de forma que ese derecho respete también el derecho de los ciudadanos a exigir a sus cargos públicos que reacciones de acuerdo con la ética y la estética que se les supone. Es inadmisible que los políticos exijan la dimisión o el cese de un personaje imputado cuando pertenece a otro partido, y sin embargo los mismos que lo habían exigido se ponen de perfil cuando el imputado pertenece a sus propias filas.

Es evidente que en ciertas imputaciones se advierten de lejos las connotaciones políticas y por tanto se debe actuar con prudencia a la hora de exigir dimisiones, como también es necesaria la prudencia cuando las acusaciones proceden de medios informativos que publican datos no suficientemente contrastados. Pero cuando un personaje público es imputado en dos ocasiones por una juez, presenta recurso, y la Audiencia Provincial mantiene la imputación con un auto demoledor, no hay más salida que la dimisión. Por ética y por estética. Por dignidad y por sentido de la responsabilidad. Por lealtad al partido al que se pertenece y por lealtad a la institución en la que se ocupa el cargo.

Magdalena Álvarez no fue elegida por la dirección del BEI por su experiencia y su curriculum profesional, sino porque la designó el gobierno español para ocupar el puesto que correspondía a España en el banco, puesto que comparte con Portugal. Por tanto, su gestión está directamente relacionada con la imagen que transmite sobre el país que la designó. Eso hace aún más acuciante pedir que deje un puesto para el que se exige una trayectoria intachable y libre de sospecha. Un cargo, además, que forma parte de un equipo que toma decisiones fundamentales sobre ayudas a inversiones a diferentes sectores sociales españoles.

En determinadas situaciones no valen tibiezas: las dimisiones deben ser presentadas de inmediato

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