Opinión

Parches rosas

En estos días de frenesí futbolístico todo lo que venga del gigante brasileño atrapa portadas. La asamblea legislativa de Sao Paulo acaba de aprobar un proyecto de ley para  la implantación de vagones de metro y trenes exclusivos para mujeres. La idea parte de las denuncias, muy numerosas al parecer,  de mujeres que afirman que los hombres aprovechan las aglomeraciones de las horas punta para tocarlas y agredirlas sexualmente. La medida no es nueva. Desde el año 2006 existen en Río de Janeiro vagones rosas para mujeres en el metro. También existen este tipo de vagones en muchos países asiáticos como Indonesia, Japón, Filipinas o la India, donde la agresión sexual está a la orden del día.

Se trata  de una curiosa manera de enfrentarse al problema de la violencia y abuso sexual. Resulta que en esta era en la que reivindicamos conceptos como igualdad y paridad, en la que propagamos la tolerancia y el respeto a los demás, he aquí que algunos apuestan por la segregación entre sexos para combatir el acoso y la violencia contra la mujer. Algo se me escapa. Yo estaba convencida de que la separación por sexos era parte de una cultura del pasado.

Pero es que además la medida es llamativa por su más que dudosa eficacia: los vagones rosas de Sao Paulo sólo funcionarán en hora punta y ni festivos ni fines de semana. Como si los agresores sexuales se guiaran por la disciplina horaria. Supongo que habrá un cartelito que indique: “Prohibido tocar a las señoras en horario de 6 a 9 y de 17 a 20h, de lunes a viernes”.

Podemos extrapolar la medida a otras situaciones de aglomeraciones en las que pueden producirse este tipo de hostigamientos. En El Cairo durante la mal llamada primavera árabe fueron múltiples las  tentativas de violaciones a jóvenes que se manifestaban. ¿La solución es delimitar espacio para manifestaciones femeninas? Y en los conciertos masivos o en los propios partidos del Mundial ¿Habría que habilitar gradas rosas también?

No se trata de llevar la medida hasta posturas ridículas, pero está claro que las soluciones propiciadas por las autoridades brasileñas no dejan de ser un parche torpe y pobre para un problema de mucho mayor calado y que necesita, por ende, soluciones de peso.

El delincuente que ataque a una mujer al amparo de la masa en un vagón de metro probablemente lo volverá a hacer, tarde o temprano, en cualquier lugar, en la misma calle. Porque lo terrible es que se implanten vagones rosas al tiempo que el tocamiento a una mujer en un metro es considerado por la propia policía de Río como delito  de “potencial ofensivo menor”.

No sé si en las recientes manifestaciones brasileñas en protesta por los dispendios del mundial la autoridades se plantearon también hacer semejantes distingos sexistas, pero quizá más les valdría tomar nota de algunos de los mensajes de esos manifestantes que pedían más dinero para, entre otras cuestiones, educación y –añado yo- políticas más eficaces para la preservación de la igualdad.

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