Opinión

La actualidad de la misión en España

En la instrucción pastoral ‘Actividad de la Misión de gentes en España’, presentada por el señor obispo de Jaén, presidente de la Conferencia episcopal para las misiones, se muestra preocupado porque en España hay unas personas que no se bautizan ni conocen el Evangelio. Otros que sí son católicos, pero se han alejado del ‘Evangelio’. También muestra preocupación por el descenso de las vocaciones misioneras. Ante esta situación la Conferencia Episcopal dice que hay que promover el compromiso de las diócesis, parroquias, comunidades de eclesiásticos y de religiosos y religiosas. A continuación nos dice: ‘Creo que es necesaria una nueva evangelización y educación en España’, dado que nuestra Patria es ‘Tierra de Misión’.


No descubre nada nuevo, ya que esto se había descubierto en Francia en la década de los cincuenta. Esta ‘Instrucción Pastoral’ aprobada en la última Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, trata de revisar la actividad misionera y pastoral en nuestra Patria con la finalidad de ‘fortalecerse’ en la responsabilidad misionera de los fieles y promover el compromiso de las diócesis y de las comunidades eclesiales. Yo creo, sin atribuirlo a mala voluntad del obispo, que se ha olvidado de una cosa fundamental en nuestros días: del servicio que pueden prestar en esta labor los sacerdotes secularizados, a quienes la iglesia oficial los tiene como ‘apestados’ y les niega el ‘pan y la sal’. Piensa que son personas, esto es, ciudadanos del Estado, con quienes se debe tratar lo menos posible. Ni siquiera les llaman para impartir clases de Religión cuando los obispos solucionaron la vida económica por otros caminos, aunque hay algunos que tienen verdaderas dificultades para sacar adelante sus familias.


Cuando muchos de ellos, no digo todos, sirvieron unos años a la Iglesia con sinceridad y se secularizaron por enfrentamientos con el obispo diocesano de turno, o simplemente porque tuvieron la valentía de enfrentarse con sus conciencias, con sus famlias, que algunas épocas veían el sacerdocio como una solución a la vida de la familia en la cual habían nacido, y con una sociedad hipócrita, que aún hoy ve mal que el cura se secularice, aun en el caso de seguir el dictamen de su conciencia. No me atrevo a decir moralmente porque ‘de internis nec ecclesia’. Me consta de muchos que no conocieron ni tocaron nunca una mujer, hasta que determinaron dejar el ejercicio del sacerdocio. También me consta que hay algunos que dicen que perdieron la fe, pero otros volverían ejercer el ministerio sacerdotal si se les ofreciera esta posibilidad. También la Iglesia ‘Oficial’ se olvida del servicio que están llamados a ejercer todos los seglares, quienes por el bautismo y por la confirmación participan de alguna manera del sacerdocio de Jesucristo, pues la Sagrada Escritura nos habla de ‘sacerdocio real, nación consagrada y pueblo de reyes’.


A ellos también les cerramos las puertas, contentándonos con grupúsculos que llama mos ‘fermento’, un grupo pequeño que casi nada influye en la masa porque no les hemos educado ni les estamos educando para ello. Además, esos grupos minoritarios se alejan del común de los mortales. A partir del Concilio Vaticano II, en lo que toca a los seglares se ha avanzado algo, pero tales avances resultan insuficientes.


Además el ‘Tierra de misión’ ya no está lejos (en África, Asia e Hispanoamérica) como ‘el día de los chinitos’. La ciudad de Ourense, nuestras villas, parroquias y aldeas también son ‘Tierra de Misión’. Hoy los misioneros tienen que ser cooperantes y miembros de ‘Oenegés’. No pueden seguir siendo lo que fueron a finales del siglo XIX y a principios del XX, ‘agentes del colonialismo imperialista’. Cuando el misionero iba delante con la cruz alzada, facilitando el camino a los exploradores y a los colonizadores que repartieron África como si fuera una ‘finca de los europeos’. Los pastores tenemos que abrir nuevas rutas de expansión al cristianismo en el mundo, pero sobre todo, allí donde cada uno está. Los misioneros, fieles y clérigos, tenemos que actuar como los maestros, pensando primero en nuestro entorno y de ahí trascender a otros países sin dejar las tierras ourensanas como ‘Tierras de Misión’ y como comunidades que se están descristianizando a marchas forzadas. Se lo pedimos a Dios, nuestro Padre, por mediación de Jesucristo, nuestro hermano mayor, e iluminados por el Espíritu Santo, presente en cada uno de nosotros.

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