Opinión

Arte y curaciones en As Burgas

La fuente de la Burga de Arriba es una obra sencilla, compuesta por un lado paralelepípedo recto de 1,6 metros de frente con un liso entrepaño central rehundido. En su parte superior va cubierta con una amplia cornisa con moldura rectilínea y todo ello coronado por dos plintos lisos retranqueados que soportan una piña en la que destaca la tracería. En el siglo XVI se inició la cimentación de la fuente, cuyo recinto ya estaba empedrado y pavimentado a principios de ese siglo y tiene una altura de 3,90 metros. El entorno se complementa con edificaciones del viejo Ourense en un proceso galopante de deterioro estético.


Los manantiales de la Burga de Abajo surgen hoy de una fuente con un frontal a modo de pórtico, orientado hacia el oeste, adosado a un muro de cantería que salva el desnivel existente. Fue construido a mediados del siglo XVIII. Los juicios sobre este cuerpo son dispares, dado que unos lo tachan como adefesio y otros lo consideran como una obra de gran calidad artística. Se trata de una obra del neoclásico académico tardío, muy bien adaptada en su conjunto para la función que tiene que realizar. La facha arquitectónica mide 6,50 metros de anchura y 7,30 de altura máxima. Está organizada en tres cuerpos, con el central más elevado y coronado con sencillez. El autor es el arquitecto Trillo, quien se inspiró en los modelos clásicos que tienen sus antecedentes en los ninfarios romanos y en los grutescos renacentistas. Los cuerpos laterales están apilastrados. En la parte inferior de los entrepaños se sitúan sendas gradas rosáceas en relieve, de cuyo centro brotan las aguas por gruesos caños de bronce. En el conjunto abunda la decoración de florones y piñas.


A lo largo de la historia se mantuvo el carácter salutífero e incluso milagrero de esta agua. Aún hoy se pueden observar numerosos peregrinos que efectúan ancestrales y curiosas abluciones mezcladas con exorcismos y conjuros, recitando a la vez secretas fórmulas guardadas como un tesoro en la memoria del pueblo ourensano.


Practican ceremonias de limpieza corporal mediante lavatorios aplicados en procesos dermatológicos antirreumáticos y anticatarrales, de tradición ritual pagano-cristiana. Se trata de rituales, actitudes y costumbres también reflejadas en las fuentes santas de nuestros santuarios y en nuestras romerías. Las creencias populares en las propiedades curativas de esta agua son ilimitadas. Todo ello unido al halo de misterio que rodea esta agua, suponiéndolas procedentes de un vol cán apagado situado en el cristianizado Montealegre y, según otros, proceden de un manantial que pasaba bajo los pies del Santo Cristo que se venera en la Catedral.


En una hornacina situada en el muro de cierre del patio de las Josefinas también se venera la Virgen del Carmen, llamada también Nuestra Señora de las Burgas. La imagen es pétrea. No se trata de la auténtica efigie de la Virgen del Carmen, dado que aquella era una talla de madera que fue quemada por un rayo en 1924. Esta imagen primitivamente estaba en la ermita del Posío, pero al derribar ésta para que pasase la carretera de Villacastín a Vigo se llevó a la parroquia de la Trinidad, y allí estuvo arrinconada hasta que se instaló en la hornacina.


Desde hace unos meses, el arquitecto más creativo de Galicia está haciendo una remodelación de las fuentes, que espero remate pronto, y que no le robe el ‘enxebrismo’ y la personalidad propia que siempre tuvieron las Burgas, el punto de nuestra ciudad más visitado por los turistas. Ellas son uno de los símbolos que nos identifican como pueblo diferenciado dentro de España y de Galicia.



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