Opinión

Cristianos y adeptos a Jesús

Los cristianos de las primeras comunidades se sentían antes que nada seguidores de Jesús-Cristo. Creer en Jesús-Cristo es entrar por su “camino”; es seguir sus pasos desde el bautismo hasta el sepulcro. El camino de Jesús-Cristo tiene que ser un camino 'nuevo y vivo'. Se trata del camino inaugurado por Jesús en su predicación para nosotros. El camino cristiano no es sólo el de los adeptos, sino un camino que se va abriendo paso a lo largo de toda la vida. Se trata de un camino que unas veces discurre por llano y otras veces por un sendero duro, zigzagueante y difícil. Es el camino de los cristianos, que tiene que ser el de Jesucristo. En ese camino hay momentos de serenidad y de gozo, y hay otros momentos de cansancio y desaliento. Caminar poniendo nuestros pies en la huellas de Jesús es dar pasos, tomar decisiones, superar obstáculos, abandonar sendas, sabiendo que no hay camino, sino que se hace canino al andar. Jesucristo es el camino. Es descubrir horizontes nuevos. Todo es parte del camino.

Los primeros cristianos se esforzaban por recorrerlo con los ojos fijos en Jesús, dado que sabían que Él es el que inicia y consuma la fe. En la actualidad, el cristianismo, tal como es vivido por muchos de nosotros, no suscita seguidores de Jesús-Cristo, sino solo adeptos a una religión y a una doctrina, a unas normas. Se trata de una religión que no genera discípulos, personas que se identifiquen con el proyecto de Jesús ni se entreguen a abrirse al camino del Reino de Dios, sino miembros de una institución que cumplen mejor o peor sus obligaciones religiosas. Muchos de ellos corren el riesgo de no conocer nunca la experiencia cristiana más originaria y apasionante: entrar por el camino abierto por Jesús, que nos ha dicho 'Yo soy el camino, la verdad y la vida'.

La Iglesia, en este momento, no posee el vigor y la fuerza espiritual para enfrentarnos a la rutina. Vivimos una mediocridad espiritual. La causa principal es estar ausentes a la adhesión vital, total y personal a Jesucristo. Muchos cristianos no conocen la energía dinamizadora que encierra el mensaje, y por ello nos ausentamos cuando no es vivido por sus discípulos, en un contacto continuo con él. Tenemos que hacer del relato de Jesús el centro de nuestras comunidades cristianas. La persona de Jesús y su Evangelio tendrían que ocupar el centro de nuestras vidas. Tenemos que sintonizar con la vida concreta de Jesús. Acoger el espíritu que lo anima. Dejarnos trasformar por el Resucitado.

Los Evangelios nos invitan a iniciar un proceso de cambio, de seguimiento de Jesús. Los relatos de Jesús son relatos de conversión en contacto vivo con la persona del Maestro. Los creyentes recibimos luz y fuerza para reproducir su estado de vida y para ser calcos, fotocopias y fotografías de él. El Apóstol no ha recibido el Evangelio de Jesús para condenar el mundo sino para despertar la fe y la esperanza. Cristo nos envia a no apagar la mecha que se extingue, sino encender la fe que está queriendo brotar y no la dejamos. Tampoco comprendemos su lenguaje cuando nos dice “he traído fuego a la tierra y lo que quiero es que arda”, que se abrase el mundo, comenzando por nuestros corazones. Este es el camino abierto por Jesús, el camino de los cristianos.

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