Opinión

La devoción de los santos en Galicia

En Galicia hay mucha devoción a los santos y mucho aprecio por los santuarios. Raro es el gallego que no va de romería a alguno de los muchos santuarios que pueblan la geografía gallega. Yo no tengo nada en contra de los santos. Ellos son los héroes que van delante señalándonos el camino. Pero creo que debemos poner en su lugar la devoción a los santos, si no en vez de ayudarnos a llevar una vida más sana y feliz en el cuerpo y en el espíritu nos podemos engañar. En múltiples ocasiones nuestro trato con los santos es como una radiografía de lo que hacemos en la vida cotidiana. Cuando queremos tener acceso a un señor influyente que nos puede conseguir un puesto de trabajo, el adelanto de una operación cuando llevamos mucho tiempo en una lista de espera, o algo semejante, en esos casos recurrimos a una persona que lo trate para que lo predisponga favorablemente ante nuestra pretensión.


Conseguido lo que intentamos no dejamos de llevarle algún regalo por aquello que tanto se repite en nuestra tierra: ‘O carro para que ande hai que untalo’. En los santuarios gallegos hay mucho de bueno y de sinceridad, pero también hay mucho afán de ganarnos el favor de Dios mediante la utilización interesada de los santos. Dios no es un gran Señor que no esté ya de nuestra parte. Él está siempre a nuestro lado dispuesto a ayudarnos y siempre quiere para nosotros lo mejor.


Los santos no están en los santuarios como enchufes para que nosotros podamos acceder a Dios. Los santos fueron hombres muy amigos de Dios y por eso mismo tienen poder de recordarnos lo mucho que Dios nos quiere, nos perdona, nos comprende y nos anima. Los santos nos recuerdan esto y nos lo meten en el alma cuando nosotros acudimos a ellos con fe. Con esa seguridad cierta podemos salir de los santuarios reconfortados para seguir recorriendo los caminos de la vida. Además, los santos siempre fueron hombres y mujeres amigos y servidores de los demás, en especial de los más pobres y necesitados. Por ello si nos sentimos pobres los podemos ver cercanos a nosotros. Los santos nos invitan siempre a acercanos al débil, al enfermo y al pobre con amor y con voluntad de servirle. Los santuarios no son pues lugares donde buscar un enchufe delante de Dios, sino lugares de gozo y estaciones de servicio para repostar y tomar renovadas fuerzas, ánimos y auxilios materiales y espirituales. Lugares donde nos sentimos queridos de Dios, de los santos y de las gentes, y donde aprendemos a intentar mejor servir a Dios y a los hermanos. Todo esto sin que haya nada de dinero de por medio, dado que lo que viene de Dios es gratuito y gratuitamente nos lo da si se lo pedimos con fe y si nos conviene.


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