Opinión

El ejercicio del voto o del sufragio

La Conferencia Episcopal Española publicó el 31 de enero de 2008 un documento en el que le ofrece a los católicos unas consideraciones doctrinales y morales para que emitan responsablemente el voto movidos por su conciencia rectamente iluminada por la fe. Le piden a sus fieles que no voten a partidos que, implícita o explícitamente, militan en una organización terrorista. Los obispos tienen derecho y obligación de orientar el voto de los fieles ante una campaña electoral como la que tendrá lugar este próximo domingo. Piden libertad y respeto para proponer libremente su manera de ver las cosas, pero respetando siempre a cuantos las ven de otra manera. Le recomiendan a los ciudadanos que sean responsables y que antes de emitir el voto valoren las distintas ofertas políticas, teniendo presente la valoración que cada programa otorga a la dimensión moral de la vida. Le piden a sus fieles que no voten a partidos que no defiendan la vida humana y la familia. El discurso de los obispos no es ’político’, simplemente reiteran criterios morales para que el votante haga un juicio prudente y según él emita su voto. Le dicen a los fieles que todos los programas no son igualmente compatibles con la fe. Ellos no consideran interlocutor político a ninguna asociación terrorista. Añaden que los católicos pueden militar en cualquier partido, pero que hay unos partidos que se adecúan mejor que otros a la doctrina de la Iglesia, si bien ninguno lo hace totalmente.


Ante el hecho de que la Iglesia hasta nuestros días hablase siempre en abstracto, para hombres que no existen o que son tutores de las conciencias de los fieles, ahora, aunque tarde, comienzan a aterrizar y esto provoca malos entendidos. Hay ciertos partidos políticos que se sientan aludidos por aquello de que ’el que se pica, ajos come’. Estos tales defienden que la Conferencia Episcopal arremete contra leyes del Gobierno como son la Educación para la Ciudadanía, los matrimonios entre homosexuales y la legislación sobre el aborto. Le conceden a los obispos el derecho que tienen de llevar sus mensajes a la vida política, pero le recuerdan que han de hacerlo desde los ’púlpitos’. También le recuerdan a los obispos que la escuela pública no es agente de ’catequesis’. Le reprochan a los obispos que quieren orientar el voto de unos cristianos que además de ser libres, saben leer y escribir. Con estas polémicas a los obispos, cada día son menos las personas que les hacen caso, como quedó reflejado en el adagio popular ’predícame cura, predícame fraile, que por un oído me entra e por outro me sale’. Le dicen que tenemos una jerarquía fundamentalista (Moratinos), y que los Evangelios no dicen que hay que votar al PP (Touriño). Amenazan a la Iglesia con retirarle la asignación del Estado y no faltan quienes se atreven a proponer un decálogo aconfesional.


Los diez mandamientos laicos no quieren que una moral ’integrista’ sea la moral del Estado y para ello proponen: Revisión de los acuerdos con la Santa Sede, revisión de la política de conciertos educativos, autofinanciación de la Iglesia, una nueva ley de creencias, un reglamento laico del ceremonial de tomas de posesión en la Administración, ampliación del derecho al aborto con una ley de plazos, una ley de cuidados paliativos y muerte digna, retirada de los símbolos franquistas de las iglesias y un registro de apostasía para poder darse de baja en la Iglesia Católica sin tener que superar los obstáculos actuales, modificaciones en la investigación biomédica y en el divorcio exprés.


Episcopado y Gobierno deben respetar la separación entre la Iglesia y el Estado. El Gobierno se debe a los intereses de la ciudadanía y la Iglesia a sus fieles. Tienen campos de actuación diferentes. El Estado tiene que respetar el campo de actuación de la Iglesia, y la Iglesia el de un estado ’aconfesional y laico’. Obispos y Gobierno tienen que tener presente que la sociedad española es ’madura e inteligente’. La esencia de una convivencia democrática está en que ni el Estado ni la Iglesia intenten imponer su moral y sus creencias.


Estamos hablando lenguajes diferentes y andamos por caminos divergentes. Así no llegaremos nunca a acuerdos mínimos entre la Iglesia y un Gobierno de izquierdas o uno de derechas que se ’escore a la izquierda’ con el objetivo de arañar votos ante una conciencia electoral como la que tenemos a las puertas. En problemas de estado debemos estar todos de acuerdo.

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