Opinión

El entierro de la sardina

El miércoles de ceniza, entrada la noche, los participantes en la procesión ritual se van juntando en la plaza del pueblo, rodeada de ’entroideiros’ pasivos o espectadores o simplemente mirones. Antaño, en tiempos del franquismo, cuando este acto estaba prohibido, se reunían en un curial, en un bar o en un pajar. En la plaza espera la carroza que porta una gran sardina hecha de cartón piedra. Allí se reúnen los que van disfrazados con vestimentas de obispos y de clérigos. Otros, cubiertos con sábanas blancas simbolizando las ánimas en pena. Abundan grupos de jóvenes vestidos con túnicas blancas que hacen de monaguillos, portando hachones encendidos, untados de brea y de alquitrán, que despiden un olor insoportable. Otros portan simulados incensarios, que no son más que calderos de azufre o con gomas ardiendo. Otro mozalbete lleva un caldero lleno de agua sucia y una escoba que hace de hisopo, con el que aspergen el féretro o la carroza y a cuantos presencian la procesión ritual.


A una hora determinada se pone en marcha la procesión ritual, que no es más que la parodia de un entierro de rito católico que tiene tres actos: la procesión, el sermón y el lanzamiento, quema o entierro. A continuación de los oficiantes va la carroza con la efigie de la sardina. Abriendo el cortejo fúnebre va un muchacho haciendo sonar un cencerro, imitando al campanillero de los acompañamientos fúnebres.


Detrás de la carroza van las desconsoladas viudas, las lloronas o plañideras con sus lloros, lamentaciones, exhalando fingidos y desgarradores gritos, y más atrás, en dos filas, el acompañamiento del féretro o carroza con la sardina. El desfile procesional se hace al son de sarcásticas letanías escritas en un latín bárbaro y recitando estrofas. Los curas de mentira y el obispo cantan responsos. Cada cierto espacio del recorrido hacen una parada cantando una estrofa alusiva a la sardina y al rematar dicen: ’Pola mesma, pola mesma’, y todos los asistentes al acto responden: ’A merda’... La comitiva se detiene delante de los templos y de la casa del cura y de los más ’beatos’ para dedicarles una serenata. Al rematar la procesión, una persona disfrazada de obispo recita un sermón en el cual critica los hechos que sucedieron en el pueblo a lo largo del año. El sermón se mete con el clero, con las mozas casaderas, con el pedáneo, con el alcalde, con las mujeres que tiene el hombre fuera y tienen ganas de ’macho’ y con los políticos. La comitiva continúa hasta el lugar donde se despide la sardina diciendo: Chorai, nenas, chorai, chorai, chorai, chorai, que o entroido xa se foi e vámolo enterrar En el año 1982, en el pueblo de Seixalbo, las estrofas del entierro de la sardina remataban así: En nome dos que eiquí vimos, botámosche a bendición, que vaias onde descanses, para sufrir xa che chegou El entierro de la sardina tiene su origen en la corriente anticlerical. Es una escenificación moderna de una crítica sarcástica. Es la parodia desenfadada de un entierro de rito católico en el que se quiere representar el fin de los desenfrenos carnavalescos y el comienzo de un período de penitencia y de abstinencia cuaresmal. El entierro de la sardina significa la muerte, el entierro de las libertades carnavalescas y el dolor humano humorístico de las próximas penitencias cuaresmales. Se trata de un rito de expulsión del invierno, simbolizando en el meco y en la sardina, y del resurgir de la primavera. El entierro de la sardina es crítica social como la que se hace en las coplas de los mayos.


Antaño remataba el acto tirando al meco al río Barbaña. Hoy la sardina se deposita en un contenedor.

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