Opinión

La eutanasia o la muerte digna

El término eutanasia (muerte digna o buena muerte, en griego) en la actualidad ha quedado superado por los adelantos científicos y por las modificaciones legales. Hoy se habla de ‘suicidio asistido’. Es cierto que tenemos que intentar que las gentes vivan y mueran sin dolor, pero no por ello estamos legitimados para quitarnos la vida, dado que sólo Dios es dueño absoluto de la vida y de la muerte. El Vaticano confía en las curaciones milagrosas, favorece las manifestaciones ‘pro vida’ y pide oraciones para los enfermos. El Papa Benedicto XVI, en la alocución del 8 de septiembre del 2008, se refirió al caso de Eluana Englaro sin nombrarlo y pidió una oración para todos los enfermos, especialmente para los que están más graves, esto es, para los que no pueden de ningún modo ayudarse a sí mismo dado que defiende que las acciones dependan de los cuidados de los otros.


La eutanasia pasiva era la única que podía justificarse, pero el concepto de eutanasia pasiva ha quedado superado en España por la Ley de la Autonomía del Paciente, ley del año 2002 que establece el derecho del paciente o de sus representantes en determinados casos a renunciar a cualquier tratamiento médico. El Papa Juan Pablo II renunció al final de su agonía a ser ingresado nuevamente en la Clínica ‘Gemelli’ de Roma, si el tratamiento que iba a recibir no le iba curar. La posibilidad de negarse a recibir tratamiento médico no se aplica sólo casos de agonía. Los defensores de esta teoría sostienen que una persona puede rechazar un tratamiento siempre que se le informe de las consecuencias de sus actos y no sufra presión o esté incapacitado.


En España, ayudar a morir está castigado por el Código Penal aunque la persona que lo pide esté en situación desesperada. Es cierto que en este caso al colaborador se le podría aplicar el atenuante de colaborador necesario y no tendría que ir a la cárcel. Entendemos por eutanasia cuando una persona que no es la paciente le suministra al enfermo una combinación de medicamentos para acabar con su vida, sea éste médico o no. En cualquier caso se considera un homicidio. En la mayoría de los casos bastaría con facilitarle a la persona enferma los fármacos (caso Madaleine) o retirarle el tratamiento (caso de Inmaculada de Echevarría). A una persona que está inconsciente o en coma basta con retirarle el alimento o la hidratación (caso Eluana). Estos casos abrieron un debate entre las asociaciones ‘pro eutanasia’ y los expertos en cuidados paliativos, o entre la eutanasia y el proceso natural. Los defensores de la muerte natural, como son la iglesia católica y la Federación ‘Pro Vida’, reclaman el derecho a la dignidad de la persona y al momento natural de la muerte sin adelantarla.


El padre de Eluana vino reclamando durante once años el derecho de su hija a rechazar el tratamiento médico. Le pidió a la Justicia italiana que reconociese el derecho de Eluana a no continuar en estado vegetativo. Berlusconi y el Vaticano se aliaron para violar estos deseos de la paciente y de su familia, así como las decisiones de los tribunales italianos.


El Senado italiano aprobó el 10 de febrero la moción del partido gubernamental que obligaba a alimentar y a hidratar a las personas que no pudiesen hacerlo pro ellas mismas. El mismo día se nos decía: ‘Eluana falleció mientras que el Gobierno tramitaba una Ley para impedirlo’. Según el Vaticano, el partido gubernamental la ha matado, ya que fue quien la privó de comida y de agua. Un decreto urgente habría sostenido a Eluana con vida.


La Iglesia prohíbe esta acción y por ello el padre de Eluana, héroe del laicismo, es tachado de asesino.



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