Opinión

Luces y sombras del laicismo en España

No hay uniformidad de opiniones sobre lo que es el laicismo. Para unos se trata de una actitud enfrentada y beligerante con la Iglesia a direrencia de la laicidad, que garantiza la neutralidad en temas religiosos, el pluralismo, los derechos y las libertades. La Academia lo define como la independencia del hombre o de la sociedad y más particularmente del Estado respecto a cualquier organización o confesión religiosa. Estado laico es el que garantiza y respeta el derecho a la libertad de conciencia de los ciudadanos. Con el laicismo, la religión deja de ser un asunto público y se circunscribe a la esfera de lo privado y su práctica ha de limitarse a los templos y a la intimidad familiar. La laicidad supone respeto a los templos, y los crucifijos, a los signos y símbolos religiosos, a la familia y a todo el que profesa cualquier otra religión que no sea la católica. No supone atentado alguno a las creencias religiosas, las cuales deben ejercerse sin cortapisas en público y en privado, lo cual no está reñido con el arraigo religioso.


Por razones turísticas menos espirituales se permite que en determiandas fechas se celebren procesiones y otras manifestaciones religioso-populares. La secularización es un rasgo distintivo de la modernidad: el laicismo así entendido es una pieza angular del progreso y debería considerarse una auténtica bendición del cielo. Como en ella no existen signos externos de lo que profesamos, toda persona puede pensar lo que quiera sin rendirle cuentas a nadie. Los menores de edad pueden educarse como quieran sus padres, aunque como es lógico si quieren acceder a diplomas estatales tendrán que cursar las materias establecidas en los programas oficiales a los que los colegios religiosos pueden añadir también con carácter voluntario toda la doctrina que quieran. Esto hace que la religión pierda la intolerancia, que ha sido uno de los grandes males en la historia de la humanidad que fue predominando en los países donbrilla por su ausencia con la consiguiente demora del desarrollo social, cultural y hasta económico. No es posible sin laicismo la emancipación femenina, condición indispensable para avanzar. En España, dado el atraso que arrastramos, no pasamos de ser un país semilaico, aconfesional dicen algunos, para trazar una distinción si la aconfesionalidad y el laicismo no fueran una misma cosa.


El artículo 16 de nuestra Constitución dice que ninguna confesión tendrá carácter estatal, pero privilegia a la religión católica en detrimento de otras. Los poderes políticos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española, dado que en España la religión católica ha gozado siempre de trato de favor con una financiación pública y permanente, que incluso un gobierno socialista ha aumentado. La aportación a una determinada religión está reñida con el laicismo. Para justificar este hecho se dice que en España somos mayoritariamente católicos, lo que no es del todo cierto. El que durante siglos se hiciese no es razón para seguir haciéndolo. Nos podemos preguntar, ¿para cuándo tendremos un Estado laico en España? El laicismo, como todos los avances en el mundo, encuentra muchas resistencias. Los obispos integristas esgrimen muchos argumentos del pasado para detener el reloj de la historia, sin querer darse cuenta de que oponerse a la tolerancia es tirar piedras contra su propio tejado, ya que una religión intolerante difícilmente prospera en un país avanzado. Además, se trata de una batalla perdida, lo mismo que es impensable en España que por muchos gobiernos de derechas que vengan, se prohiba el divorcio, los anticonceptivos, el aborto regulado y las parejas homosexuales, dado que son signos de los tiempos.


Otra cosa es que la conciencia de muchos se lo prohiba. También es inconcebible que se dispense a los alumnos católicos de familias católicas de ciertas materias, simplemente porque en ella no se defiende el dogma. Sorprende también que los obispos no se percaten, que el laicismo permite a la religión ser más auténtica. Habrá que suprimir todas las subvenciones del Estado. La configuración de un estado completamente laico es una exigencia de nuestra Constitución. El laicismo liberaría la vida social atenazada por un modelo social, en el que la religión es el componente esencial que se resiste a pasar a un segundo plano opcional.



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