Opinión

Los museos del vino

En las bocarribeiras que no están acogidas a una de las denominaciones de origen, que son muchas, por desidia de las corporaciones locales y por otros intereses, el cultivo y la venta de vino cuenta cada día con más problemas relacionados con el envejecimiento de la población hecho que provoca falta de mano de obra y con la carencia de cauces de comercialización. Esto provoca que cada año queden sin cultivar terrenos dedicados a viñedo en los que antaño se recogían cientos de moyos. Voy a citar sólo algunos casos como el de la parroquia de Sande y de los pueblos de Santo Tomé, San Pedro y la Armada, todos en el Concello de Cartelle.


Con el abandono del cultivo las antiguas bodegas se hunden y se pierde así la memoria de los útiles empleados en el laboreo de las viñas y en el cuidado de las bodegas. La única forma de dejar constancia de la cultura del vino en estas tierras es la creación de museos en donde estén presentes las cubas con arcos de madera o de hierro que casi nunca pasaban de los 30 moyos de capacidad. A estas le llamaban ‘cubas grandes’, venían después las cubas sin especificar más que tenían una capacidad entre 12 y 20 moyos. Las ‘pipotas’ entre los 8 y 12 moyos, los ‘pipotes’ entre los 3 y los 8 moyos de capacidad y los ‘pipotiños’ con capacidad entre 1 olla y 3 moyos. También quedaron sin función las prensas primitivamente de madera y a partir de la década de los cincuenta con ‘fuso’ de hierro y canastro en las que se podía ‘espremer’ de una sola vez el ‘bagazo’ de una cuba de 10 moyos, prensas que dejaban el ‘bagazo’ casi calcinado. También fueron desapareciendo las ollas de barro negro o de barro barnizado primero y después las de latón con una capacidad para contener 16 litros y medio en casi todos los lugares aunque en la parroquia de Sande tenía 18 litros y por eso los arrieros decían: ‘¡Arre burro! para Sande que aínda que o viño é pequeno a medida é grande...’.


Desaparecen también las tazas primitivamente de madera de boj o de hiedra, en mi casa aún se conserva uno de estos ejemplares y después de barro o de piedra. Los garrafones de una o de media olla, vestidos y sin vestir, éstos para la aguardiente y los de 3 a 5 litros para llevar la bebida a los cavadores, podadores o atadores. Tampoco se ven las tinas que fueron sustituidas por los sacos de plástico ni las muegas o ‘moxegas’ sustituidas por las estrujadoras. Los ‘culeiros’, los cestos y las cestas hoy suplantadas por los sacos de plástico y por los ‘capachos’. Desaparecieron los ‘alzadeiros’ y las alacenas donde se guardaban cuchillos, tijeras y cortezas que fueron suplantándose por los corchos. Las ‘basoiras’ confeccionadas con ramas de ‘codeso’ o ‘xesta’ fueron suplantadas por las escobas y los escobones. Las cubas de madera comenzaron en los últimos años a ser sustituidas por los recipientes de plástico, aluminio y cemento. Con lo que termino de decir y con otras muchas cosas que ustedes saben mejor que yo se perdió o se está perdiendo la cultura del vino en nuestras bocarribeiras. Se impone hacer una reclasificación o reordenación del territorio o recoger los útiles antes enumerados en un museo del vino donde se custodien con el nombre del donante en una tarjeta que identifique cada uno. En ese museo estarían guardadas como reliquias del pasado, como retazos de una historia que ya nunca volverá y del esfuerzo de nuestros padres y abuelos para que las nuevas generaciones sepan como se cultivaba y se elaboraba el vino.


Con las bodegas también están desapareciendo los bancos y las ‘barcaletas’ encima de las cuales se ponían la comida que en muchas ocasiones se hacía en las bodegas. Se perdió hasta el nombre de ‘adega’. También sería necesario dejar constancia de las máquinas de sulfatar o de los ‘trobos’ o ‘pipotes’ donde se hacía el sulfato. No podemos descuidar tampoco los nombres de las clases de cepas, hoy llamadas ‘castes’ como son la ‘mencía’, el ‘torrontés’, el ‘collón de galo’ o ‘godello’, la ‘loureira’, el ‘gran negro’ y el ‘brencellao’, el ‘caíño’, la ‘carmelita’ y los ‘hibedos’ o híbredos, cepas suplantadas después de la llegada de la peste del oidum tucheri por las garnachas y el jerez.



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