Opinión

Valores y contravalores sociales

En toda sociedad o grupo humano de derechas o de izquierdas en la actualidad abundan más los contravalores que los valores. Una sociedad racional debe ser una forma de vida reglada por principios morales, éticos y de libertad. La norma suprema de toda sociedad democrática son los valores de igualdad ante la ley, la libertad, el esfuerzo, la autoridad, la justicia, el cumplimiento de los derechos y de los deberes. Los contravalores son la falta de esfuerzo, el pasotismo, los fundamentalismos, las dictaduras, los enfrentamientos, las violencias, el robo, la explotación en cualquiera de sus formas, las luchas de clases y la falta de diálogo.


Los valores conducen al orden, al fortalecimiento de las democracias y a la vivencia de comportamientos éticos y morales. Los contravalores conducen a un orden aparente, producto del miedo, del terror y de los asesinatos de las democracias; al terrorismo, al deterioro y a los enfrentamientos entre las clases políticas y aun dentro de los partidos de un mismo signo político para hacerle la cama al vecino y así escalar el poder. Lo que hacen los ciudadanos es siempre producto del miedo y de las dictaduras, pero sin móviles morales. Todas las mañanas nos despertamos con el veneno del día que nos suministran en altas dosis los medios de comunicación de uno y otro signo. En el mundo actual sólo vemos contravalores, como los nacionalismos exacerbados. Los valores nacionales hoy no existen porque los regionalismos, los estatutos de autonomía y las leyes no admiten una sola nación como sucede en el caso español. Esto es fruto de una Constitución plagada de ambigüedades, como cuando nos habla de ‘Nación de naciones’ y esto es bueno, pero para que fuese eficaz y efectivo habría que reformar la Constitución pasando a un federalismo político, sin miedos a rupturas de la unidad de la Patria.


En el mundo existen políticos corruptos que tienen miedo a imponer el orden y este fenómeno origina la degradación de las sociedades. También abundan ministros que encabezan manifestaciones y toman las calles para imponer los populismos y las dictaduras militares o capitalistas. Existen múltiples sistemas políticos que estén deteriorando la sociedad civil. El Tribunal Constitucional depende en todo de la política o del partido que esté en el Gobierno. En el mundo todo está politizado, como vemos por la Ley del Aborto que se nos impone olvidando los criterios morales y dejándola sometida a mayorías. En la actualidad, el valor supremo por encima de la ética o de la moral parece que es la alianza de civilizaciones. Hay ataques permanentes a la Iglesia y al concepto de persona y por ello los ciudadanos dicen constantemente ‘nos tratan como si fuéramos piedras’. La persona no cuenta. La corrupción está a la orden del día. Hoy no se educa en valores. Las democracias europeas quedaron reducidas a las mayorías como norma suprema sin tener en cuenta la moral ni la ética. Se impone en el mundo actual luchar contra la corrupción ideológica dentro de un pluralismo ético y político. Tener presentes los valores éticos y morales, el sometimiento a la justicia sin someter ésta a la política. En la sociedad deben primar los valores de igualdad, de libertad y de la convivencia pacífica, pero hoy las sociedades carecen de valores, lo que conduce a los ciudadanos al sectarismo, a los enfrentamientos, al desprecio de los valores absolutos, a los ataques al cristianismo, a los enfrentamientos y al relativismo moral.


La democracia es una forma de vida regida por principios y valores. Las causas de los contravalores son los nacionalismos, que corroen la clase política que gobierna los pueblos. Estos contravalores exigen la instauración de una democracia plena, el fortalecimiento del principio de igualdad y el destierro de los enfrentamientos entre los miembros de cada partido. La moralidad no se puede suplantar por la independencia de las leyes si queremos que las democracias funcionen. Las cuestiones políticas en las que se busca que en los parlamentos nunca haya consenso degradan las sociedades. Todo cuanto venimos diciendo ataca el valor clave de una autoridad responsable, excluye el cristianismo y el clericalismo de la vida política y esto lleva a una falta total de moralidad y sin ella no funcionan las democracias.



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