Opinión

Violencia y machismo

Ante la cantidad creciente de casos encuadrados en lo que dimos en llamar violencia de género -en España van ya 40 mujeres que han perdido la vida a manos de sus parejas, me puse a reflexionar, para descubrir las causas o las raíces. Lo que primero asaltó mi mente fue el hecho de los celos que siente un hombre ante una mujer con la que ha roto sus relaciones, pero pronto me di cuenta de que la cosa es mucho más compleja, que el hecho no era tan simple como yo lo quería presentar sino que se trata de un hecho con una multitud de causas, muchas de ellas fruto de la sociedad patriarcal en la que vivimos y que se dio en casi todas las culturas.


Otras, fruto de una mentalidad eclesiástica que siempre nos enseñó que la mujer estaba destinada a vivir en un estado de inferioridad y de sumisión respecto al varón. La Iglesia heredó de la cultura judía una visión negativa de la mujer a la que siempre nos presentaron como fuente de tentación y de pecado. La actitud que nos recomendaron fue siempre la de acercarnos a la mujer con cautela y mantenerla sometida.


En aquella sociedad patriarcal, las mujeres eran propiedad del varón. La mujer en el Antiguo Testamento, era una propiedad más del patrono de la casa. La función social de la mujer era la de tener hijos y servir al varón. Se nos decía que la mujer es ritualmente impura en ciertos días del mes y en esos días contamina cuanto toca. En mi aldea aún hoy hay la idea de que ‘si una mujer menstruante toca la villa de la cuba, el vino se pica’. Se corrompe y se vuelve vinagre. Por ello y por otras razones parecidas, las mujeres fueron y siguen siendo excluidas del sacerdocio.


Esta visión negativa de la mujer no perdió fuerza a lo largo de los siglos y aún está vigente en nuestros días, habiendo todavía hoy la mentalidad de que la mujer es frívola, sensual, perezosa, chismosa y desordenada. También hay pensadores que afirman que el hombre se guía por la razón y la mujer por la sexualidad. Además, la mujer, en todas las culturas, fue considerada como un ser vulnerable que el hombre ha de proteger de la agresión sexual.


Los varones cuidan del honor de la casa, pero en lo tocante al sexo pueden hacer lo que les venga en gana, mientras que la mujer, tiene que cuidar su reputación. La esposa no sólo tiene que serla, también tiene que parecerla. También tiene que cuidar la reputación de la familia. El ámbito de la mujer hasta hace poco, y aún hoy en muchas culturas, era la casa, y en el mundo rural gallego fuera del hogar ‘no existen’. Las mujeres siempre tienen que ir acompañadas del varón y cuando alguna mujer no cumple esto a rajatabla decimos ‘cabra coxa non quere corda’ y también decimos ‘cabra que tira al monte no hay cabrero que la guarde’. Con toda esta carga jurídica y afectiva no tiene que extrañarnos que las mujeres no sean autóctonas. La lujuria en el varón nunca es considerada tan grave como la seducción de una mujer.


Es cierto que la postura de Jesucristo en el Evangelio con las mujeres de su tiempo rompió todos los moldes y todos los esquemas, pero la Iglesia no quiso o no supo asimilar plenamente la mentalidad del Maestro.


Se impone acabar con el machismo y con las violencias sexuales: despatriarcalizar la sociedad y caminar hacia una sociedad menos jerarquizada. Jerarcas, teólogos, juristas, artistas y políticos, todos ellos hasta ahora varones, son víctimas del machismo en todas las culturas.


Por ello no olvidemos que un hecho que se fue gestando a lo largo de muchos siglos no podemos pretender que desaparezca de la noche a la mañana. Concienciémonos todos de este hecho y comencemos a desandar lo andado.


Te puede interesar