Opinión

MENOS LOBOS, CAPERUCITA

Decía Winston Churchill -y si no lo dijo se lo han atribuido a él como tantas otras frases-, que cada pueblo tiene los gobernantes que se merece. Es una expresión determinista rebatida por la realidad, pero hay días en los que parece que los dirigentes políticos se empeñan en darle la razón y en avergonzar a la ciudadanía que los votó. Como los políticos que tenemos no son muy duchos en la elaboración ideológica, eso lo dejan para sus thin tank, sino que lo son en fajarse en el cuerpo a cuerpo, prefieren las expresiones populares y los argumentos simplistas para colocar sus mensajes, lo que mueve a pensar si, efectivamente, los ciudadanos están tan desesperados como para haber dejado su futuro en manos de algunos de ellos.


'Menos lobos, Caperucita' -una respuesta de altura, como se aprecia- ha sido la contestación de la vicesecretaria general del PSOE, Elena Valenciano, a las declaraciones de su homóloga en el PP, María Dolores de Cospedal, quien afirmó que todo el mundo en Bruselas escucha a Mariano Rajoy y por eso se han concedido dos años más de plazo a España para cumplir con el déficit. Más que atender sus peticiones, la Comisión Europea ha echado un rapapolvo al Gobierno y le ha marcado un calendario de reformas que una vez más van a ser dolorosas -reducción de las pensiones y reformas laboral revisada-, por sus retrasos, pero está en el sueldo de los políticos orgánicos tratar de buscar los brotes verdes en medio del erial. Hoy, por cierto se van a conocer los datos del paro del mes de mayo y el presidente del Gobierno y la ministra de Empleo ya han sacado pecho por adelantado como si no se conociera por las series históricas que el empleo en España es estacional- país de servicios ligados al turismo-, y que para ver si se invierte la tendencia del crecimiento del paro hay que esperar varios meses. Pero así está el debate. Tampoco ha estado muy fino el expresidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, cuando ha afirmado que 'el PSC es el mayor problema del PSOE por sus ideas chungas'. Es cierto que el PSOE se encuentra en un laberinto del que trata de buscar la salida con una redefinición del modelo de Estado, pero ese tipo de descalificaciones no contribuyen en nada para un diálogo sereno como el que requiere la adecuación del reconocimiento de las diferencias, recogido ya en la Constitución. Y aunque Leguina está lejos de la primera línea de la política, de un experto por su responsabilidad anterior quizá fuera esperable una aportación más elaborada.


Y lo mismo les ha ocurrido a dos destacados dirigentes del Partido Popular. Las explicaciones de su portavoz parlamentario, Alfonso Alonso, para defender a la ministra de Sanidad, Ana Mato ('Las mujeres engañadas por sus maridos no son tontas') para desvincularla de los viajes pagados por la trama Gürtel a su familia pasarán a la antología de las frases de la legislatura; e incluso un comunicador tan avezado como el vicesecretario general Esteban González Pons es capaz de afirmar que 'no podemos considerar que trabajar en la UE es trabajar en el extranjero, en la medida en que los jóvenes estén en la UE están en casa', en línea con la 'movilidad exterior' de Fátima Báñez, que ha llevado a muchos de ellos a buscarse la vida en el extranjero y que contrastan con la carta del primer ministro italiano Enrico Letta, pidiendo disculpas a los jóvenes de su país por el error imperdonable de haberlos dejado de lado.


Con demasiada frecuencia nuestros políticos faltan al respeto a la inteligencia de la ciudadanía, pero se equivocan si piensan que son lo que nos merecemos.

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