Opinión

Esclavos de hoy

Sigue la esclavitud vigente en el tercer milenio después de Cristo? ¿Es libre el campesino que depende de los precios que imponen las multinacionales? ¿Tiene autonomía profesional el maestro para educar individualmente a cada uno de sus alumnos? ¿Puede el ser humano alcanzar el ser persona sin el control que sobre él ejercen las nuevas tecnologías? ¿Es el consumidor capaz de prescindir del mercado? Sorprendentemente, a estas preguntas responde el emperador Adriano (117 -138) en sus “Memorias” escritas magistralmente por Margarite Yaucenar: “Dudo de que toda la filosofía de este mundo consiga suprimir la esclavitud; a lo sumo le cambiarán el nombre. Serán formas peores que las nuestras, por más insidiosas, transformarán a los hombres en máquinas estúpidas creídas de su libertad en pleno sometimiento. A esta servidumbre del espíritu o la imaginación, prefiero nuestra esclavitud…”. Los acontecimientos posteriores avalaron la profecía de Adriano.

Recordemos que la esclavitud en el mundo antiguo estuvo estrechamente vinculada a la guerra: los prisioneros eran sometidos por los vencedores y utilizados como mano de obra o de servicio doméstico. Con la conquista de América se trazaron planes de expansión que exigían mano de obra barata. Ya al principio se esclavizó a los indígenas americanos, pero su débil resistencia hizo que se importaran personas de África con mayor resistencia física y menos enfermedades, especialmente las tropicales. Comenzando así el comercio a gran escala de esclavos africanos. Paradójicamente fueron países cristianos como Portugal, España, Inglaterra o Francia los mayores esclavistas, superando incluso a los reinos islámicos, que esclavizaban a pueblos enteros, habiendo en las principales ciudades mercado de esclavos.

El 25 de septiembre de 1926, la Sociedad de Naciones toma el acuerdo de crear un mecanismo internacional para perseguir a quienes practiquen la esclavitud. El acuerdo es asumido por la ONU (2 de diciembre 1949) como heredera de la Sociedad de Naciones. Teóricamente es el fin de la esclavitud; al menos la esclavitud como institución jurídica por la cual la propiedad de un ser humano pasa a ser un objeto privado de otro humano. Sin embargo, el número de esclavos en situación de explotación absoluta alcanza hoy la monstruosa cifra de 27 millones -otra ineficacia de la ONU-, muchos de ellos niños y sobre todo mujeres.

Pero donde Adriano tuvo la clarividencia más inesperada es en su afirmación de que “transformarán a los hombres en máquinas estúpidas creídas en su libertad en pleno sometimiento”. ¿Es acaso libre el adolescente que depende de la mercadotecnia influencer? ¿O acaso lo es el trabajador/a que tiene que atender su profesión y las obligaciones del hogar? ¿Acaso la clase política no está condicionada por múltiples variables que limitan su libertad de expresión? ¿Es libre el creador que ve limitado su arte por las imposiciones del mercado? ¿Es libre la mujer por el hecho de serlo? ¿Es independiente el joven que disfruta de la “libertad” del botellón? ¿Racionaliza el que necesita estímulos químicos para soportar el estrés de la vida cotidiana? ¿Nos hace la apatía de hoy más esclavos del miedo a la libertad?

El Viejo Milenario se hace a sí mismo la siguiente pregunta: ¿Defendería Aristóteles la esclavitud del siglo XXI? Antonio Molina responde con contundencia: “El totalitarismo digital puede ser más dañino que todos los que hemos conocido”.

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