Opinión

Me apunto a la luna

He quedado impresionado cuando leí en estas páginas que se pretende crear una aldea en la Luna con hoteles incluidos. ¡Me apunto! aunque sólo sea para contemplar a cuantos allá viven. Y a otros a los que calificamos de lunáticos, y a aquellos alumnos a los que les repetimos mil veces: "Tú estás en la luna". Genial idea que en este mundo de progreso de vértigo bien creo que para generaciones futuras "ir a la luna" va a ser como irse a tomar unas ostras tan ricas a la Piedra en Vigo.

Pero, paren un momento. Ya aquella canción lo decía y Fernando Quesada lo inmortalizó en una viñeta. Al llegar allá, lo primero que se encontraron fue un gallego, tal vez de Nogueira de Ramuín, sin duda, con su rueda de afilar. ¡De lo que son capaces los ourensanos del barallete es increíble! Si alguien habita en la Luna sin duda será uno con su rueda de afilar y su típico sonido. Personalmente falta para mí un lugar en dónde no encuentre a un afilador que siempre o es o sabe que existe el concello ourensano que es su origen. Igual que los paragüeros. Menos una paragüería en Ourense a la que jamás volveré a entrar porque al decirle que debía estar orgullosa de vender paraguas en esta tierra me soltó tan tranquila y con ese falso pudor: "Los hay mejores en otras partes". Ya; olvídeme señora.

Hasta aquella canción que con más de lo mismo repetía que hay un gallego en la Luna al que buscaban para que viniese a votar a Fraga. Increíble ingenio musical. ¿Recuerdan ustedes la canción de hace décadas "Pandeirada sideral" de Zapato Veloz? Por lo que se colige eran medio profetas. "Hay un gallego en la Luna, Luna. /...Y al cabo de una semana / el planeta conquistó". Claro que el gallego a quien canta este grupo había "llegado de Ferrol..." y allá fueron "para que votaran a Fraga..."

Bromas aparte, uno ahora de nada se asombra porque tal como camina este mundo cualquier día nos encontramos con cualquier insospechada novedad y así como ahora podemos hablar por teléfonos móviles cada día más sofisticados, puede ocurrir cualquier cosa a la vuelta de la esquina. Y esto por una idea que me ronda la cabeza para no asustarme de los inventos. El cerebro humano está trabajando al 10% según dicen los entendidos. Imagínense el día en que funcione a más del 20%. Empezamos con el pizarrín y la pizarra, después la pluma, más tarde el bolígrafo, ahora el iPad, la internet, el Google, Wikipedia y ¡Dios sabe cuantas cosas nos esperan! Por eso le doy un voto de confianza y creo al personaje entrevistado en estas mismas páginas cuando habla de la aldea lunática. Todo es posible. Y para todo esto deben prepararse las nuevas generaciones que por otra parte van a vivir mucho más que la nuestra. Van a tener suerte hasta en eso.

Pero para poner un "pero" me queda solamente una duda. Y es si todos esos inventos sirven para humanizar más o para convertir a los terrícolas en meras piezas de un puzzle y como autómatas nos podemos convertir en juguetes, en números de un engranaje social que nunca sabemos a donde va a llegar. De nada valdrá el progreso si éste olvida que por encima de todo están los valores humanos. Valores que fueron son y seguirán siendo objetivamente buenos. Lo demás conduciría a un materialismo y a un hedonismo que lejos de agrandar empobrecería a los humanos en aras del progreso técnico, tecnológico y en definitiva material.

Sería una sociedad, en ese caso, si olvida la parte humana, que miraría al tener, al producir y rendir más obviando que la persona humana tiene corazón, sentimientos e inteligencia que, por mucho que sea el progreso nunca se podrá alcanzar con elementos meramente materiales. En suma, la persona es y será siempre insustituible.

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