Opinión

Más reflexivos

Me pregunto muchas veces si somos conscientes de que, a la hora de tomar decisiones, somos capaces de ser un poco más reflexivos, un tanto más atentos a las consecuencias de nuestras acciones. Al hablar de la conciencia a mis alumnos en clases, el libro en ese tema pone simplemente al inicio: “La conciencia”. Me permito corregir el título y les digo que al lado de ese enunciado añadan: “Bien formada”. Porque de eso se trata. Conciencia tenemos todos, pero otra cosa es si esa conciencia está bien y debidamente formada. Por eso, cuando uno me viene a decir, después de cometer algún fallo: “He obrado en conciencia”, les digo que debe corregirse. Igual que le dije a un chico de 17 años después de haber hecho una barbaridad y me viene diciendo que no se arrepiente de nada. Me sentó muy mal la respuesta porque le tenía por una persona sensata.

Porque tenemos que recordar que para juzgar un acto es necesario tener en cuenta la materia, la advertencia y el consentimiento. Hoy muchos olvidan esto y de aquí su conciencia mal formada. Es el objeto, el fin y las circunstancias a tener en cuenta que muchos olvidan. Y basta que uno de estos puntos sea negativo, lo será la acción en sí. Para ser un acto bueno en conciencia bien formada deben ser los tres puntos positivos.

Como olvidan algunos, algo fundamental que es la “Epiqueya”. Algunos ni tienen idea de esta palabra, que debe formar parte también de la conciencia bien formada. Es seguir el espíritu de la ley frente a la materialidad de la misma en circunstancias especiales.

La moral suele ser muy humana si se entiende en su justo sentido. Y por eso son miles de situaciones que disminuyen la gravedad de un acto. Entre ellas suelen citarse: el miedo, la violencia, la ignorancia y la concupiscencia. Todo ello lo tienen en cuenta las jueces a la hora de dictar sus sentencias. Porque conducen a la buena formación de la conciencia de cada uno. Y de aquí que se puedan admitir ciertos errores teniendo en cuenta las circunstancias personales de cada uno.

Para nada serviría cualquier religión si en su caminar diario fuese incapaz de enderezar su sendero a todos los niveles. Cualquier empresa que se precie hace todos los años un balance en orden a progresar. Quienes se estancan en “lo de siempre” nunca podrán llegar a nada positivo. Ir a más siempre debiera ser el santo y seña de cualquier persona sensata. Tuve un alumno que era intelectualmente muy bueno pero que se contentaba solo con el aprobado y cuando hacía los exámenes calculaba el cinco y paraba el examen. 

Cuando pretendió entrar en la carrera que le gustaba le fue imposible porque su nota se lo impedía por lo baja que era aun cuando era aprobada. ¡Buena lección!, le dije, pero ahora es tarde. Así es que hoy trabaja en un país europeo en un lugar muy lejano de las expectativas que poseía cuando era más joven.

Pues la Cuaresma, como el Ramadán, son tiempos precisamente para una puesta a punto y una seria reflexión sobre cómo marchan las cosas en nuestras vidas. Así como en todas las carreras de todo tipo hay de vez en cuando cursos de perfeccionamiento y puesta al día, lo mismo debiera ocurrir en nuestra vida personal. Un médico que salió de la Universidad hace 40 años necesita la puesta a punto. Fíjense, por ejemplo, en la operación de apendicitis hace 40 años a la de hoy que apenas deja señal.

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