Opinión

La oportunidad

Acaba hoy un año más y ante nosotros tenemos dos sentimientos bien distintos. Un olvido del que pasó y la gran esperanza ante el que comienza. Cuando el desgraciado y sangriento atentado de la estación de Atocha en las vísperas de unas elecciones generales, recuerdo que en algún medio se defendía o apuntaba la idea de suspender la consulta electoral. Esa postura posee una base para defenderla. Nunca en momentos de convulsión existe la paz y el equilibrio necesarios para poder votar serenamente. Ya lo apuntaba hace siglos Iñigo de Loyola (1491-1556) con sobradas razones.

A estos momentos personalmente uniría infinidad de componentes que creo que sinceramente disminuyen la objetividad de las consultas. Se crean “sindicatos de cabreados”, descontentos como fruto de la crisis, grupos de presión en río revuelto, medidas discutibles de los gobiernos, la corrupción, el paro y un sin fin de motivos creadores de desasosiego e inestabilidad. Nadie me negará que este es el panorama actual. Y ante esto ¿creen que refleja la realidad el veredicto de las urnas? Refleja ese estado, que tal vez está lejos de lo que necesita verdaderamente el pueblo. El bien común y la estabilidad nunca se va a conseguir totalmente, y menos la paz y el entendimiento social.

Porque si malo es el fin acaso peores hayan sido los medios. Se mezclan ideas y acusaciones que nada tienen que ver con el bien del país. Se traen a colación incluso problemas de otras autonomías, e incluso los modelos de Estado que suenan al Pilatos del Credo, cuando de lo que se trata es de resolver los problemas reales de la sociedad y dar soluciones. Hemos visto muy pocas soluciones y sí innumerables acusaciones. Se mira hacia atrás cuando de lo que se trata es del futuro.

Muchas palabras y pocos proyectos; frases huecas e incluso improcedentes mientras el paro sigue y la corrupción no cesa. Por encima alguien se ha atrevido a pronunciar una frase en Madrid que personalmente me parece de todo punto inadmisible. ¿Hay que aceptar la ley aunque ésta sea injusta?. Craso error por muy electoralista que sea la afirmación. Las leyes están para el bien común y cuando se mueven fuera de la justicia nunca hay obligación de seguirlas.

Menos mal que nos queda la esperanza de una nueva oportunidad con el año que comienza. Siempre hay lugar para la esperanza y para creer, acaso sea utopía, en que el año que comienza sea mejor. Eso esperamos y anhelamos precisamente mirando al 1º de año en el que los católicos celebramos el día de la paz, ese deseado momento en el que el diálogo favorezca el pleno entendimiento entre todos. Por eso le deseo un feliz, muy feliz año 2016.

Soy de los que piensan que este mundo en el que vivimos nos ofrece infinitos medios para ser felices, incontables oportunidades para unas relaciones fluidas en las que el maldito terrorismo y la inmigración nos deje de dar sobresaltos. ¿Para qué tantas guerras, pateras y el cementerio en que se ha convertido el Mediterráneo y desavenencias si en suma todo se va a quedar aquí? Tanta sangre, tanta zozobra, muerte y tantas cosas que nos sobresaltan cada día. Todo eso deseamos que en un nuevo año quede como una mala pesadilla de una mala noche.

Sigue habiendo una inmensa mayoría de personas a las que les gusta vivir tranquilos, relajados y felices. La sonrisa de aquel niño, el beso de aquel matrimonio muy feliz, la vivencia de momentos entrañables como los de estos días de Navidad, ¿por qué los olvidamos, o los olvidan algunos con rencillas guerras y sangre?

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