Opinión

Vacaciones desde mi ventana

Ya lo dice el refrán, hay consuelo para todo. A mi me toca, y ya van dos años, vivir mis vacaciones en casa y contemplar el panorama desde mi ventana, escuchar las noticias desde el zapping de mi televisor y ponerme al día con este invento (que un amigo llama "trebello") que es el ordenador con su internet, el Facebook y mil artilugios más. Leer y descansar, lo que los italianos llaman "il dolce far niente". Mientras veo la mirada de mi buena tía con su irreversible dolencia. Menos mal que Sofía, la caboverdiana que nos cuida, es un encanto.

Esto también ofrece la oportunidad de estar al día. Los medios actuales facilitan este lujo. Veo cómo se pelean los políticos, muere la gente (muchos muy queridos y conocidos) a través de ese impagable medio que me ofreció Oscar Outeiriño que es el "Kiosko y Mas" en el que leo este periódico al despuntar el sol que en Lisboa es una delicia igual que el atardecer cuando el astro rey se baña en el mar allá por el Cabo da Roca. Observo como Javier Diz promociona el querido barrio de A Ponte heredando el cariño de su padre el inolvidable Eladio sobre As Caldas. De casta le viene al galgo...

Por otra parte, mis buenos amigos portugueses, sacerdotes, catequistas y antiguos alumnos incluidos, me ofrecen en sus visitas muestras de cariño y afecto. Estos días con gran dolor por la crítica situación de mi entrañable Ricardo Neves, el párroco de Estoril, que a sus 42 años ve cómo en menos de diez meses se le va la vida a borbotones. Mi visita al Hospital nunca le falta.

Eso nos obliga a los sacerdotes de la zona de Cascais a reiteradas suplencias, llegando días de tener que celebrar tres misas que son un placer porque la fe por estos pagos suele ser muy grande y sobre todo fundamentada. Hay fieles bien formados de todas las edades. Impresiona el numeroso grupo de jóvenes que se reúnen en Estoril para pedir por su párroco todas las semanas desde que conocen su dolencia. 

Así que de aburrirse nada de nada, monada...hay tiempo hasta para sentarse al ordenador y redactar líneas como estas sin fallar a las citas semanales a las que se añaden obituarios que este año van siendo más de los deseados.

Porque, por otra parte, con siesta incluida para hacer gala de españolidad, las vistas desde mi casa son inigualables. Delante tengo toda la desembocadura del Tajo y la inigualable bahía de Cascais. Veo como entran y salen barcos de todo tipo algunos impresionantes. De noche, cuando el sueño me abandona, contemplo desde mi cama las luces de esos cruceros y de los barcos de pesca que faenan en la zona. Toda una delicia para los de tierra adentro. El viento y la brisa del mar, con su típico olor es el mejor relajamiento para el cuerpo y también para el espíritu que falta hace.

Por otra parte, siempre surgen compromisos agradables como el envío de alguna publicación como ha hecho mi buen amigo Moncho Conde Corbal, que va a presentar un libro aquí, en Lisboa.

Claro que el teléfono nunca falla (¿cómo nos arreglábamos hace veinte años sin móviles? Vivíamos acaso mejor). Te llama uno para convidarte a una cena, el otro para saber cómo andas, y aquel para concretar una boda, una primera Comunión, un bautizo o un certificado que ahora para ser padrino es necesario estar confirmado y menudo lío de papeles. La paciencia también en esto se ejerce.

Por último me queda, en este bodrio de artículo, si así se pede llamar, mi afición por la cocina, sobre todo para poder obsequiar a quien me visita, con cualquier plato de la rica gastronomía portuguesa. Dicen que al menos me dan el notable. ¡Menos mal!. Y aquí se acabó el espacio. Hasta la semana que viene que espero dejar de contarles mi vida y habarles de cosas más interesantes.

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