Opinión

Un viaje de negocios

Por aquel entonces el finado Suárez aún atendía por Adolfo, y Barajas no tenía el nombre tan largo como las pistas; a los pasajeros no se les trataba (mal) como rehala de borregos sospechosos, e Iberia era una parte de España (militares, curas, putas y toreros) que surcaba los cielos del mundo.

Iberia y el "Hola" aquilataban el país, a saber: militares los pilotos, busconas las azafatas, diestros los emigrantes, sobre todo los retornados, y el resto una manada de salidas -la burra delante para que no se espante- y salidos que desmayaban y huían cuando en la octava batalla no conseguían ni por exclusión social (aunque cuando "naceu o sapo xa naceu a sapa"), ni menos aún paseando al perro, ligar por estos pagos "algo que botar ó pote" . Los curas, que andaban a "velas vir", habían dejado paso a los politicastros de raza -ahora mola más casta- y a los ejecutivos de otoño -ni eran ejecutivos ni eran un coño-; y luego ya venían los "Holas": los que salían en "Hola", los que compraban el "Hola", los que criticaban el "Hola" y los que no sabían qué mierda era el "Hola"... Pues bien, con una panda de estos "Holas",salidísimos, crucé el Atlántico. 

¿Miedo a volar?... ¡bendita fobia!, aquella cuerda de Ícaros disolutos no paraban ni un minuto en sus asientos. Se levantaban a los servicios a cada rato -algunos tenían tablas, habían ido a pillar ya varias veces- se detenían a charlar en el pasillo unos con otros, se propinaban jubilosos (y sonoros) pescozones, "¡truhán!", se recococían, "¡vagabundo!"...; y en aquel trajín de guantazos, confidencias y aguas menores, no cesaban de vocear: "¡tú, morena!" o "¡tú, rubia!" o "¡tú, campeón!", y de pedir: "¡otro de Larios!", "¡otro Habana Club!", "¡otra más fría", abrasando sin tregua maritornes y azafatos.

Está claro que no iban en busca de sí mismos; se conocían de sobra; sobre todo al tacto: ¡visionario el tal Onán, si señor, jamás nadie tendrá nunca tantos followers...! Tampoco eran monjes, ni vendieran su Ferrari; practicaban la ascesis del abuso, de la extralimitación, del desafuero...; si acaso desertaran del chimpín, del "semi nuevo", o del de importación "pocos kilómetros". O eran meros chupatintas del Estado, o de la Xunta, o de la Chunta, o del Principau, o de los Paisos Catalans, o de Euskal Herría (y txokoa), o del Al Andalus vagus, u otros grupos o etnias de menor rango o refunfuño. ¡Hay que ver qué gusaneras de parásitos!, decía mi madre; le gustaba provocar: "se escaquean, se escaquean -canturreaba-, así, así; se escaquean, se escaquean, que yo los vi"..."¡Y que le digan "chollos" tiene un pase -remachaba-, incluso empleos, pero que les llamen puestos de trabajo!". Mi madre jamás se abstuvo, al desayuno, desde que escuchó la palabra "baguete", de reivindicar un buen "funcionario" de aceite de oliva con tomate.

En fin, que aterrizamos en La Habana: "Cuba no se llama Cuba/ ni Habana tampoco Habana,/ que se llaman sepultura/ de la juventud de España", mi madre también me lo cantaba (con pena). Nada mas bajar del avión, tras el sopapo sofocante del vulturno antillano, caminamos por una plataforma de tierra batida, jaspeados por el haz de unas cuantas farolas macilentas que más bien enfermaban el ocaso; nos...¿adentramos viene de antro?, en una oficina de control de pasaportes donde languidecían hipnotizantes y perezosos tres gigantescos ventiladores y un reguero de curiales y pasantes. Eso sí, todo con un compadreo muy bolchevique: "¿Es la primera vez que viene a Cuba?” "¿Cuántos días piensa quedarse?" "¿Tiene algún familiar en la Isla?" "¿En qué hotel pernoctará?" No vi cintas recolectoras de equipaje, ni escáneres, ni pantallas de ordenador, pero sí un espejo desportillado a mis espaldas, que al menos le mostraba a la menda si yo tenía el culo en su sitio. Canalillo sugerente e hirsutismo rebelde en las patillas, prosiguió: "¿Cuál es el motivo de su viaje?”. "Vengo a por negocios", sonreí: ¡hay que ver cómo se empeñaba mi prima en darle a aquel teatro un tinte protocolario y en enmascarar carencias! "¿Qué tipo de negocios?" Y yo, que iba ni más ni menos que a presentar un proyecto de "Tours en Helicópetro" para enseñar La Habana a vista de pájaro a los turistas, me dije, ¿cómo le explico yo ahora a la lerenda lo que traigo en el magín?... Eché un vistazo a los "Holas"... Salían gruñendo, verracos, desesperados...: nada hay más insufrible que un patán, salvo ese mismo patán con paga extraordinaria y vacaciones... Pero tampoco era cuestión de dar el cante, así que respondí: "¡Vengo por el negocio de la carne!", y como tras la garita no me podía ver, flexioné ligeramente el arco sicalíptico y sopesé el cuarto y mitad que me colgaba fuera de la nevera..."¡Pues qué bueno, se alegró, ya estoy obstinada de comer tanto boniato!"

Y ahora que lo pienso, non sei eu, ¿me lo diría con segundas? ¡Ou que cona!...

Te puede interesar