Opinión

Los políticos profesionales

La conservación de la vida de una sociedad en realidad es un medio para la conservación de la vida de sus miembros. Así, pues, lo principal es la defensa de la sociedad contra sus enemigos. Para ello se reglamenta la vida, se restringe la acción individual, y se constituyen instituciones. Al mismo tiempo se producen el cambio -al principio trueque de objetos corrientes- y una cierta división del trabajo. Pero una vez organizada la defensa de la vida, no se paraliza la evolución, sino que hay aumento de vida, y esta función de aumentar la vida es la que realizan las profesiones. El médico aumenta la duración de la vida, los músicos y los poetas exaltan las emociones y aumentan la vida. El historiador y el literato elevan el estado mental del hombre; el legislador y el abogado ayudan al ciudadano a mantenerse contra las agresiones a su derecho y, en este sentido, también aumentan la vida. Y lo mismo hacen el hombre de ciencia, el profesor, el notario, etcétera.

En muchos países -incluso el nuestro- existe la clase política de buena voluntad, compuesta por hombres y mujeres que para su importante cometido, se adscriben a asociaciones donde se proponen defender, en la mayoría de los casos, los intereses para que sus conciudadanos puedan tener, en general, una mejor calidad de vida que, en España, por suerte, comienza a alcanzar a las personas mayores. A mí todo esto me parece extraordinario.

Pero hay que reconocer que, por la forma de funcionar, se aprecia claramente la existencia de políticos poco eficientes, y no obstante ello, muchos se convierten en verdaderos profesionales de la política. Incluso aquellos que pese a haber sido apartados durante un tiempo de la 'profesión' por resoluciones judiciales, vuelven, en la primera ocasión, a presentarse como candidatos en las elecciones de turno. Y, lo que es peor, alguno sale elegidos nuevamente...Inconcebible. Con esto queremos decir, que pese a todo, no hay que profesionalizar los cargos políticos. Lo contrario es malo. Lo vemos todos los días, en especial en determinados municipios... Y no hablemos de educación y formación.

En este sentido, existen imágenes que dicen más que las proverbiales mil palabras. Una de esas imágenes se ha producido en múltiples ocasiones, la de Rodríguez Zapatero tratando dar la mano al diputado del PP Mariano Rajoy a la entrada del edificio donde está el despacho oficial del jefe del Ejecutivo en el complejo de La Moncloa. Rajoy parece que no puede vencer su resistencia a saludar al presidente del Gobierno. No obstante, ese titubeo ante el acto natural de cortesía es una instantánea lamentablemente exacta de la caída de la incivilidad de la vida pública, caracterizada por la autocomplacencia sectaria que imposibilita cualquier visión compartida de los intereses estatales. Es ésta una cuestión de Estado que el PP bajo Rajoy ha manipulado reiteradamente para obtener ventajas partidistas. Pero, por desgracia, la retórica como la sustancia ostensible de esta polarización van, desde luego, más allá de la baja política de la ventaja sectaria, reviviendo la expresión de 'las dos Españas' de la guerra incivil del 36.

Quiérase o no, los traumas de aquella contienda fraticida todavía son amargamente visibles, irresueltos por la transición desde la dictadura fascista. Este embrutecimiento de la política parece ser una cuestión de mala fe y de malos perdedores. El 11 de marzo de 2004, tras los atentados de Madrid, precisamente, en los que perdieron la vida 191 personas, los ciudadanos acabaron un Gobierno del PP que esperaba la reelección y una transición sin fisuras de Aznar a Rajoy. Desde entonces, el PP ha lanzado acusaciones de que no se jugó limpio, en un intento, estridente aunque confuso de impugnar la legitimidad del Gobierno. La cosa podría haber acabado ahí. Pero como demuestra el macro juicio de los terroristas supervivientes, no ha sido así. Los responsables del PP no sólo han seguido insistiendo en que los terroristas de ETA tuvieron un papel; también han intentado introducir pruebas falsas para demostrarlo, incluso las de un eurodiputado que no respetó al tribunal.

A todo esto, y para concluir, reiterar que todos los partidos políticos deberán evitar, por todos los medios a su alcance, que sus líderes y colaboradores no se conviertan en profesionales de la política. Eso no es bueno ni para las asociaciones ni para la sociedad, en general.

Te puede interesar