Opinión

Alianza de progresistas

Progresista,  como define la Academia, significa persona o colectividad, “de ideas y actitudes avanzadas”, pero el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, le llama así a dos ideologías reaccionarias, los nacionalistas y los chavistas de Podemos, con las que quiere aliarse para gobernar.
 El objetivo de los nacionalistas es volver a endogamia de su tribu, para la que los demás ciudadanos son diferentes, ocasionalmente hostiles o enemigos,  y el de los podemitas es “asaltar el cielo” derribando la Constitución para sustituirla por una chavista.  Hay palabras atractivas que traen consigo ideas positivas, como esta, recordada desde mediados del siglo XIX gracias a la Revolución Liberal española cuyo padre fue Juan Álvarez Mendizábal y, precisamente, al Partido Progresista.

Pero bien manipuladas, las palabras pueden explotarse para decir lo contrario, como sugerir que el egoísmo nacionalista, y el chavismo-castrismo de Podemos son capaces acarrear cualquier avance, cuando lo que han tocado lo han convertido en desastre.

Sorprende que el PSOE, que contribuyó al progreso de España, y que en ese sentido fue un partido progresista, le dé ese calificativo a nacionalistas y podemitas.  Sánchez oculta, con el prestigio que aún podría quedarle al PSOE, que el objetivo de nacionalistas y podemitas es manipular y explotar de las emociones primarias de la gente con promesas de mejoras sociales, cuando ni unos ni otros producen otra cosa que desgracia.

El triunfo de los nacionalismos en el mundo moderno llevó al fascismo y al nazismo, a las guerras y a la destrucción de pueblos enteros. El de los comunistas, incluidas sus últimas versiones hispanas, la cubana y la “socialista bolivariana”, trajeron atraso y miseria, eso sí, orgullosas ambas porque parte de sus súbditos de cerebro lavado aceptaron su pobreza como parte consustancial de la Patria.

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