Opinión

Amargura en la boca

Putin a estas alturas está desarmado aunque sus cañones sigan vomitando

Acasi nadie le cabe a estas horas la menor duda que Putin ha perdido la guerra de Ucrania aunque siga bombardeando edificios civiles y disparando a todo aquel que ose moverse, incluyendo en esta criminal represalia, a los propios rusos que no aceptan lo que él manda. Un ejército de guerrillas inflamado de amor patrio, convencido de la bondad de su credo, y dispuesto a luchar por su hogar hasta su última gota de sangre lo ha frenado en seco, demostrando lo difícil que es doblegar por la fuerza bruta argumentos tan profundos como la defensa de lo que se ama. La sorprendente carencia de cálculo que se adivina tras las acciones de la maquinaria de guerra rusa, catapulta a su vez a un ciudadano de cuarenta y tres años llamado Vlodímir Zelenski, licenciado en Derecho, que renunció a ejercer como abogado para convertirse en actor, guionista, productor y director de cine y televisión, cuya experiencia en materia de comunicación, unida a sus conocimientos de tecnología audiovisual informática, le permiten convencer y consolidar un mensaje global capaz de calar profundamente en la opinión pública del mundo. Putin está, a estas alturas, desarmado aunque sus cañones sigan vomitando fuego y sigan destruyendo y matando. Desgraciadamente es prisionero de sí mismo y no puede reconocer públicamente su vergonzante fracaso, pero la evolución del conflicto dictamina sin asomo de dudas que Rusia tendrá que avenirse a negociar. Y no lo hará precisamente con plena ventaja.

Las situaciones de conflicto se tornan ingobernables cuando se dilatan. Pedro Sánchez lo acaba de padecer y ya ha catado el sabor ácido de una derrota que su equipo de colaboradores está tratando de maquillar y convertir en victoria. Las movilizaciones en el campo y en las carreteras encabezadas por unas asociaciones asilvestradas de trabajadores autónomos a los que el Gobierno ha tratado de criminalizar le han demostrado que hay que obrar con rectitud y honestidad, sin acosos, sin humillaciones, sin calumnias y sin amenazas. Algo me dice que a Sánchez le está trasluchando la botavara y que está tratando de establecer un acuerdo de mínimos con Feijóo para salir de este trance tan amargo lo menos trasquilado posible y salvando todos los muebles que pueda, que esto se pone chungo y hay que buscar una salida personal discreta y en lo posible, poco traumática. Y los demás, que se vayan arreglando.

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