Opinión

Bajo los focos

¿Cuánto hay de verdad y cuanto de impostura en los Premios Goya?

Tras presenciar cada año la ceremonia de entrega de los premios Goya –el equivalente nacional a la concesión del Oscar en la Academia de Hollywood- me formulo siempre la misma reflexión. Cuánto hay de verdad y cuánto de impostura en este ritual que reúne en un determinado escenario a lo más granado de la cinematografía española.

Los premios Goya se encargan de recompensar a los triunfadores de la temporada y proponen un escenario que necesita del glamur y la belleza para su desarrollo. Todos los agentes encargados de otorgar difusión y continuidad a la ceremonia se imponen como principio fomentar el ámbito exclusivo y sofisticado que define y determina todo su protocolo.

El cine es magia e ilusión. Es la manifestación artística y técnica que mejor ha conseguido hacer realidad lo imposible y, por tanto, todo lo que rodea al cine parece a su vez envuelto en una capa de irrealidad que no solo afecta a la obra de sus creadores sino a sus propios comportamientos. Por eso, en ese escenario que año tras año acoge a sus protagonistas, se mezclan verdades y mentiras, emociones que pueden ser ciertas pero que a muchos nos sugiere la posibilidad de que provengan de la habilidad de los actores para imitarlas y hacer que parezcan verdaderas.

Las noches de entrega de los Goya se llenan de luces, y color, de lágrimas, de excesos, de falsas amistades, de ternura excesiva, de cariños desquiciados, admiraciones sin freno, autocomplacencia, amores… Uno tiene la sensación de que cuando todo aquello termine y los focos se apaguen, una voz va a gritar “corten, todos a primera” y el rodaje continúa.

Hace poco, leía las declaraciones de una joven actriz llamada Elena Rivera que a sus treinta años recién cumplidos se mostraba cansada de tener que estar representando un papel en cada momento de su vida pública. Clamaba por la naturalidad en un mundo en el que solo parece importar el photocall y lo que el photocall dice. Una arruga de más, un kilo superfluo, o un vestido deslumbrante y una sonrisa perfecta.

Elena Rivera insistía en que el universo artístico no es un escenario idílico sino un lugar en el que las relaciones son difíciles, las amistades no abundan y no todo el mundo es bueno. Esta permanente negación de una realidad más oscura de la deseada por otro lado muy frecuente en cualquier ámbito profesional y personal es lo que les da a los Goya su permanente aire de comedia.

Te puede interesar