Opinión

La calle está en la calle

Las elecciones generales no se moverán de fecha porque a nadie le conviene

Dicen desde Madrid que el Gobierno está roto. Periodistas muy versados en el asunto parlamentario mandan señales evidentes de que ya no hay nada que consiga mantener unida una coalición cuyos integrantes no se saludan ni en los consejos de Ministros y cuyas relaciones son tan atroces que ni siquiera se dirigen la palabra. No hay más que una modalidad de engrudo que   sostiene pegadas ambas mitades del pacto de gobernabilidad. El dinero que todo lo puede y que ganan en cantidades francamente aprovechables los componentes de un gabinete en el que cada una de las fracciones tira por su lado. Por eso hay que suponer que en estas condiciones tan deleznables se irá tirando hasta las elecciones generales cuya fecha no se moverá del sitio porque a nadie le conviene ni a nadie le aprovecha. Se cumplirán los plazos, se agotará la legislatura y luego ya se irá viendo. Si Tezanos y sus redomas de druida trasmutado en influencer se salen con la suya y conquistan la opinión pública o si,  como parece imponerse, la suerte cambia de bando.

En todo caso, esta situación que parece imponerse y que convierte el Gobierno de un país llamado España en una jaula de grillos en la que sus ocupantes actúan por libre sin darle cohesión alguna a sus decisiones, amenaza con adquirir tonos oscuros casi negros que nos pueden llevar a un histórico y trágico fracaso. No hay el menor intercambio de opinión entre un presidente al que se le ocurre  ponerse unilateralmente al servicio de Marruecos de la noche a la mañana, y una vicepresidenta que opina todo lo contrario y con la que no ha existido la menor comunicación en temas de trascendencia que nos están arrasando. ¿Cómo es posible que la responsable del departamento de Trabajo no haya sido consultada en una situación cada vez más acuciante, con el campo y el trasporte en pie de guerra? ¿Es aceptable que en un escenario tan delicado, el presidente esté de gira por Europa buscando socios para sus proyectos y los periódicos comunitarios comparen su estéril excursión con las andanzas de don Quijote adjudicando al primer ministro belga el dudoso papel de Sancho Panza?

Sospecho que la revolución en la calle ha pillado a Sánchez y su gabinete en bata de casa. Que ni han calibrado ni han tenido en cuenta la trascendencia de estos movimientos a los que han minusvalorado y despreciado. Hoy la calle está en la calle y el margen de respuesta es muy delgado. Tarde han llegado. Muy tarde.

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